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Historias de amor, dolor y sexoroll
Cuando llegaron a la Gruta eran las siete de la tarde. Jenny estaba en el asiento de atrás y acababa de tragarse aquello que tanto le gustaba. El que conducía apenas consiguió trempar y cuando se metieron en la discoteca tras saludar al gorila de la entrada, el tipo maldecía y blasfemaba mientras se alejaba, a toda pastilla, en dirección a la playa. Dentro había cuatro gatos, algunos ya muy colocados, pero la Gruta era el lugar adecuado para cargar las baterías e irse a otra parte. Fran, un cachas agitanado, las llevó al despacho de Ringo, el jefe. Era un tipo extraño, muy vicioso, pero que siempre se enrollaba con ellas. Le harían un buen trabajito y les pasaría unos gramos de farlopa, incluso se tomarían allí unas rayas.
El ringo andaría rozando los sesenta, estaba completamente calvo, como Cojag, y llevaba varios anillos en las orejas. Narizotas, cara de perro, aprovechaba el narcotráfico para montarse en el dólar y tener siempre carne fresca a disposición.
Al entrar, el tipo ya estaba sentado en el sofá, al lado del escritorio, que tenía detrás un cristal enorme desde el cual se veía la pista de baile. El resto estaba todo forrado de madera y decorado con bastante gusto. Una Tífanis pequeña iluminaba unos saquitos blancos sobre un extremo de la mesa. Apenas entraron, el tipo las llamó "perras" con una voz quebrada por mil adicciones y ordenó que se la chupasen.
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De Juncal o el vacío moral, perteneciente a la recopilación del autor Historias de amor, dolor y sexoroll que puede encontrarse aquí.
Cuando llegaron a la Gruta eran las siete de la tarde. Jenny estaba en el asiento de atrás y acababa de tragarse aquello que tanto le gustaba. El que conducía apenas consiguió trempar y cuando se metieron en la discoteca tras saludar al gorila de la entrada, el tipo maldecía y blasfemaba mientras se alejaba, a toda pastilla, en dirección a la playa. Dentro había cuatro gatos, algunos ya muy colocados, pero la Gruta era el lugar adecuado para cargar las baterías e irse a otra parte. Fran, un cachas agitanado, las llevó al despacho de Ringo, el jefe. Era un tipo extraño, muy vicioso, pero que siempre se enrollaba con ellas. Le harían un buen trabajito y les pasaría unos gramos de farlopa, incluso se tomarían allí unas rayas.
El ringo andaría rozando los sesenta, estaba completamente calvo, como Cojag, y llevaba varios anillos en las orejas. Narizotas, cara de perro, aprovechaba el narcotráfico para montarse en el dólar y tener siempre carne fresca a disposición.
Al entrar, el tipo ya estaba sentado en el sofá, al lado del escritorio, que tenía detrás un cristal enorme desde el cual se veía la pista de baile. El resto estaba todo forrado de madera y decorado con bastante gusto. Una Tífanis pequeña iluminaba unos saquitos blancos sobre un extremo de la mesa. Apenas entraron, el tipo las llamó "perras" con una voz quebrada por mil adicciones y ordenó que se la chupasen.
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De Juncal o el vacío moral, perteneciente a la recopilación del autor Historias de amor, dolor y sexoroll que puede encontrarse aquí.
Y todos los coñófilos celebramos el premio que Sexosapiens nos concedió.
FUENTE: http://cientoun.blogspot.com/
Etiquetas: Grafein hiperbreve 101coños, Microcuentos, salvadoralario
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