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Ars Magna
Los enterradores de nuestra ciudad construyen panteones gigantescos. Es habitual que las enciclopedias lo citen y remarquen nuestra costumbre como un acontecimiento de primer orden. Y no se tiene cuenta la escala social, ni la reputación que haya conseguido el fallecido en vida: las leyes que rigen para atribuir la propiedad del panteón son las que el propio azar maneja.El sorteo suele celebrarse con tiempo suficiente. Así, cuando el elegido nace, los enterradores ya han acabado la obra. Es antes, en el momento en que se está gestando el número 1.403 (si suponemos que ha sido el ganador), cuando los encargados dan las listas de materiales que esclavizan a los obreros durante días. Los estudiosos no adivinan el motivo que generó esa costumbre. Están más preocupados por servir a la monarquía y tenernos bien divididos, cada uno realizando el trabajo para el que nacimos, que en adivinar nuestros orígenes…Esperamos el día del fallecimiento. Intentamos, eso sí, que no tenga conocimiento. Nunca se le dice "para ti este panteón". Sospechan. Pero disimulamos el conocer su destino. En nuestras normas está penado revelarle el futuro (matar también) y se le evita ese trance. Cuando muere, lo llevamos al monumento. En cortejo fúnebre y lamentado, caminamos en fila india. Rezamos por él. Se le llora. Y esperamos. Siempre nos ha fascinado la destrucción. En realidad somos un pueblo violento y despiadado, lleno de odio. Y hasta que el pie del hombre no vapulea con una patada el panteón que hemos construido, pasamos las horas impacientes y pensando en el próximo sorteo.
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Por IHB
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Etiquetas: Micro...
1 Comment:
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- Manuel Jontes said...
8:07 a. m.saludos...serie de eventos a los que estamos obligados a vivir
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