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por Iván Humanes Bespín
La escritura me ha servido para desaparecer. Al principio creía que la letra lo era todo, y el nombre, y la publicación. Pero cada vez estoy más convencido de que el verdadero objeto de la literatura es tender a lo invisible, el punto de la rueda, aquello que no se ve pero que la hace el elemento geométrico más perfecto. Sin ese sostén invisible nada sería lo que es.
I.
El vacío de la página en blanco es un abismo místico. De la misma forma que María Magdalena, al acudir al sepulcro del maestro, se encontró con ese vacío, el escritor acude a la página en blanco y en ella intenta encontrar a su Dios, su Absoluto. El artista debe llegar a ser en primer lugar su propio predicado (ya lo refirió Nishina, filósofo de Kyoto): el hombre debe predicarse a sí mismo, expresarse a sí mismo, debe autoconocerse. La escritura es un acto de conocimiento.
II.
La ausencia de nuestro Absoluto en la página en blanco, y la necesidad de hallar "lo no manifestado" provoca la creación. No hay límites marcados. El que comienza a escribir necesita ganar un número cuantioso de páginas, los detalles innecesarios se multiplican, la trama es insustancial: gatea como un bebé. El escritor debe actualizar su creación del mundo, pues la representación que practica en sus inicios supone una copia imposible de la realidad (muchos no han renunciado a esa tarea aburrida), más aún cuando no hay una única y limitada Realidad.
III.
Borges, y El jardín de los senderos que se bifurcan revela, más allá de la ficción, que el mundo es precisamente un jardín donde los senderos se bifurcan. El espía de su obra, Ts'ui Pen, opta por todas las alternativas, no elige sólo una de las que se le presentan, sino que las elige todas: así los porvenires y los tiempos proliferan y se bifurcan. Actualmente, la mecánica cuántica apoya esa ficción que ya apuntó Borges: precisamente, la interpretación de los universos múltiples del físico Hugh Everett, intenta dar solución con esta teoría al problema de la medida.
IV.
Todo es posible. El Gato de Schrödinger, con su paradoja eterna, está vivo y muerto.
V.
¿Podrá existir una literatura que se "abstraiga" de la realidad? ¿Imagen del mundo interior? Cortazar nos dijo: "Cuántas palabras, cuántas nomenclaturas para un mismo desconcierto. A veces me convenzo de que la estupidez se llama triángulo, de que ocho por ocho es la locura o un perro".
VI.
"Preferiría no hacerlo", como reiteraba el escribiente Bartleby, es todo un acto de sabiduría. Bartleby comenzó trabajando de día y de noche, copiando, a la luz del día y a la luz de las velas, escribiendo extraordinariamente. Hasta que prefirió no hacerlo. Hasta que llegó a "su momento". ¿Además, por qué ansiamos publicar? El visionario Rimbaud dijo todo lo que tenía que decir por escrito a los veinte y abandonó la literatura, luego se hartó de practicar su "propio arte" en Europa, las Indias Orientales, África. "¡Vanidad de vanidades, todo vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?"(cit. Eclesiastés 1, 2-3). La literatura como medio para lograr el conocimiento (¡de uno mismo!). La publicación como remedio a la vanidad y muestra del camino recorrido hasta ese instante: los senderos se bifurcan en múltiples formas de escribir. Al fin y al cabo, la dualidad: los buenos y los malos escritores, caminos equivocados.
VII.
En la mitología china, el Ying y el Yang actúan para crear el universo. En el principio fue el Caos. A este hipotético orden le precedió el desorden, así: este orden es hijo del desorden. En la literatura la buena (¿Ying?) escritura y la mala (¿Yang?) literatura componen el panorama editorial. El consumo desmedido y el apetito por la basura, hace que las grandes y mediáticas editoriales vendan excremento en tapa dura y edición de lujo. El caos se viste de libro. Bartleby mira por la ventana y sonríe.
La escritura me ha servido para desaparecer. Al principio creía que la letra lo era todo, y el nombre, y la publicación. Pero cada vez estoy más convencido de que el verdadero objeto de la literatura es tender a lo invisible, el punto de la rueda, aquello que no se ve pero que la hace el elemento geométrico más perfecto. Sin ese sostén invisible nada sería lo que es.
I.
El vacío de la página en blanco es un abismo místico. De la misma forma que María Magdalena, al acudir al sepulcro del maestro, se encontró con ese vacío, el escritor acude a la página en blanco y en ella intenta encontrar a su Dios, su Absoluto. El artista debe llegar a ser en primer lugar su propio predicado (ya lo refirió Nishina, filósofo de Kyoto): el hombre debe predicarse a sí mismo, expresarse a sí mismo, debe autoconocerse. La escritura es un acto de conocimiento.
II.
La ausencia de nuestro Absoluto en la página en blanco, y la necesidad de hallar "lo no manifestado" provoca la creación. No hay límites marcados. El que comienza a escribir necesita ganar un número cuantioso de páginas, los detalles innecesarios se multiplican, la trama es insustancial: gatea como un bebé. El escritor debe actualizar su creación del mundo, pues la representación que practica en sus inicios supone una copia imposible de la realidad (muchos no han renunciado a esa tarea aburrida), más aún cuando no hay una única y limitada Realidad.
III.
Borges, y El jardín de los senderos que se bifurcan revela, más allá de la ficción, que el mundo es precisamente un jardín donde los senderos se bifurcan. El espía de su obra, Ts'ui Pen, opta por todas las alternativas, no elige sólo una de las que se le presentan, sino que las elige todas: así los porvenires y los tiempos proliferan y se bifurcan. Actualmente, la mecánica cuántica apoya esa ficción que ya apuntó Borges: precisamente, la interpretación de los universos múltiples del físico Hugh Everett, intenta dar solución con esta teoría al problema de la medida.
IV.
Todo es posible. El Gato de Schrödinger, con su paradoja eterna, está vivo y muerto.
V.
¿Podrá existir una literatura que se "abstraiga" de la realidad? ¿Imagen del mundo interior? Cortazar nos dijo: "Cuántas palabras, cuántas nomenclaturas para un mismo desconcierto. A veces me convenzo de que la estupidez se llama triángulo, de que ocho por ocho es la locura o un perro".
VI.
"Preferiría no hacerlo", como reiteraba el escribiente Bartleby, es todo un acto de sabiduría. Bartleby comenzó trabajando de día y de noche, copiando, a la luz del día y a la luz de las velas, escribiendo extraordinariamente. Hasta que prefirió no hacerlo. Hasta que llegó a "su momento". ¿Además, por qué ansiamos publicar? El visionario Rimbaud dijo todo lo que tenía que decir por escrito a los veinte y abandonó la literatura, luego se hartó de practicar su "propio arte" en Europa, las Indias Orientales, África. "¡Vanidad de vanidades, todo vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?"(cit. Eclesiastés 1, 2-3). La literatura como medio para lograr el conocimiento (¡de uno mismo!). La publicación como remedio a la vanidad y muestra del camino recorrido hasta ese instante: los senderos se bifurcan en múltiples formas de escribir. Al fin y al cabo, la dualidad: los buenos y los malos escritores, caminos equivocados.
VII.
En la mitología china, el Ying y el Yang actúan para crear el universo. En el principio fue el Caos. A este hipotético orden le precedió el desorden, así: este orden es hijo del desorden. En la literatura la buena (¿Ying?) escritura y la mala (¿Yang?) literatura componen el panorama editorial. El consumo desmedido y el apetito por la basura, hace que las grandes y mediáticas editoriales vendan excremento en tapa dura y edición de lujo. El caos se viste de libro. Bartleby mira por la ventana y sonríe.
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