NOVEDAD EDITORIAL
101 coños es una obra original que aborda ciento una posibilidades eróticas y exóticas. Los textos y las ilustraciones que se reúnen en este libro hacen del "elemento íntimo femenino", profundidad y humor, ironía y provocación. Los autores juegan con la brevedad y la imagen, y crean un mosaico sexual y literario sin límites. El lector podrá aplicarse tres o cuatro relatos hiperbreves, dos veces al día, para lograr alivio placentero. El uso prolongado de esta obra colectiva, de clara y explícita vocación erótica, podría producir adicción. Carlos Maza Serneguet, Salvador Alario Bataller, Iván Humanes Bespín y Vanesa Domingo Montón son los autores que se esconden tras los pliegues de 101 coños.
En librerías a partir de enero.
Etiquetas: Grafein hiperbreve 101coños
narrativas
revista de narrativa contemporánea en castellano
Núm. 8
Enero-Marzo 2008
ISSN 1886-2519
Editores: Magda Díaz y Morales - Carlos Manzano
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● Explorando los abismos de Enrique Vila-Matas
Explorador de abismos, ilustración de Ricardo Olvera
Entrevista a Enrique Vila-Matas, por Ana Solanes
Un catálogo de ausentes, por Enrique Vila-Matas
Un espía de letras. Nota sobre el viajero más lento que amaba a Carmen Miranda, por Antón Castro
Vila-Matas, viaje alrededor, por Miguel Sanfeliú
Pasavento o Matrix - una lectura, por Luisa Miñana
Algunos apuntes sobre “El viento ligero en Parma”, por Julio Salinas Lombard
Un Vila-Matas abreviado. Reseña de “Historia abreviada de la literatura portátil”, por Blanca Vázquez
Reseña de “El mal de Montano”, por Magda Díaz y Morales
Reseña de “Doctor Pasavento”, por Gatito viejo
Reseña de "Exploradores del abismo", de Faustino Ángel Sánchez García
Roxanne, por Blanca Vázquez
● Ensayos
La figuración circular del tiempo en la historia según Pao Cheng, por Omar Espinosa CisnerosUniverso finito. Antología del minicuento, por Homero Carvalho OlivaSócrates: diálogo frente a escritura. Notas al Crátilo de Platón, por Eugenio Sánchez Bravo
● Relatos
El circo nunca muere, por Gabriel Báñez
Mario, por Fernando Sánchez Calvo
La garrota, por José Marzo
Doctor Paracelso, por Carlos Montuenga
Sarto, por Genoveva Arcaute
Actrices y debilidades, o vidas nebulosas, por Javier Guerrero Rodríguez
Microcuentos, por Homero Carvalho Oliva
La corriente, por Rolando Revagliatti
Los pequeños, por Salvador Alario Bataller
Flor de Capomo, por Paul Medrano
El reloj de arena, por Carmen Fernández Etreros
De una noche de verano, por Sergio Borao Llop
El taquígrafo de versos, por Juan Carlos Márquez
Marcela, por Mónica Gutiérrez Sancho
El mural de la cantina, por Lilia Morales y Mori
Yo te perdono, por Francisco Ortiz
El zapato, por Miguel Rodríguez Otero
Mi primera biblioteca, por Marta Navarro
Como sólo tú sabes, por José Fernando García Pañeda
Amigos a la fuerza, por Javier Menéndez Llamazares
Putrefacto, por Emilio Gil
Chivos expiatorios, por Ahmed Oubali
La oración bajo el agua, por Diego Chozas
Vecinos per versos, por Gustavo Marcelo Galliano
Dos relatos, por Lady López
Líder, por Luis Emel Topogenario
Arquitexturas urbanas, por Héctor Huerga
● Entrevista
Angélica Gorodischer, por Sandra Becerril
● Reseñas
“Museo de la soledad” de Carlos Castán, por Antón Castro
“Muertes de andar por casa” de Fernando Sánchez Calvo, por Ana Gorría
“El príncipe negro” de Iris Murdoch, por María Aixa Sanz
“Mascarada” de Javier Munguía, por Caballero de Tauro
“Santuario”, de Edith Wharton, por Adrián Iruela Vara
Etiquetas: Iván Humanes Bespín Microcuento
“Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca”.Así sea: un deseo hecho biografía, puesto que Borges, hijo de un abogado con expectativas frustradas de escritor, crió sus inquietudes bajo el bilingüismo (hablaba inglés y castellano). Aprendió francés, latín, alemán y, a lo largo de su vida, otros tantos idiomas. Enuncian sus biógrafos que a los 10 años tradujo a Oscar Wilde y, posteriormente, son codiciadas sus traducciones de Chesterton, Poe, Wolf, etc.Borges, por tanto, suponemos que opto por una vida quijotesca de vivir en los libros lo no vivido en su día a día. De nuevo rescatamos palabras de Jorge Luis Borges. Fueron pronunciadas en una conferencia de 1971, en Londres:
"Yo tenía, de niño, tres espejos enormes en mi habitación, y sentía porellos un miedo profundo porque (...) me veía a mi mismo triplicado, y teníamucho miedo al pensar que tal vez las tres formas comenzaran a moverse por sucuenta".Así, el sueño se hizo realidad. Borges primero vigiló a los clásicos en versión original, tradujo sus palabras y, finalmente, cuando el Borges lector se convirtió en escritor, un día el reconocimiento internacional le tocó en el hombro –aunque a su pesar no le otorgaran el Premio Nobel-. Renegó entonces de sus primeras obras y revisó concienzudamente sus múltiples reediciones. Llegó, entonces a un espionaje de sí mismo inigualable. Incluso cuando sus ojos se apagaron a causa de una ceguera heredada de su padre, Borges seguía escuchando su Literatura bajo el cobijo de las lecturas de su madre y luego bajo la atención de su viuda María Kodama.Espiar, perfeccionar, espiar. El perfeccionismo aplicado a uno mismo es un defecto que, supongo, los acérrimos de Borges lo extreman hacia la virtud. Por eso, quizás, el texto más indicativo de su peculiar delirio, en el que desde el propio título nos enseña qué postula, sea Borges y yo.
“Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero mereconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueode una guitarra”.Borges, el hombre, narra sobre Borges, el escritor. ¿Estilo u obsesión? ¿Originalidad o influencia cervantina? Difícil responder, puesto que la literatura de Borges es miniatura, juega con su propio juego, sueña lo soñado, incluye en la brevedad un universo o el infinito de todas las literaturas, o como él mismo definió en Borges y yo:
“Hace años yo traté de librarme de él [de Borges] y pasé de las mitologíasdel arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos sonde Borges ahora y tendré que idear otras cosas”.¿No sería que Borges, vigilante de sí mismo -“de un modo vanidoso”, como cita en Borges y yo- conocía sus propios límites? ¿Y no son los géneros el límite más óptimo para crear una sólida estructura narrativa?Borges ocultaba a Borges bajo un sutil disfraz. El escritor argentino –además de la poesía y el ensayo- se universalizó por sus cuentos fantásticos, en los que introducía inalcanzable erudición: metafísica, matemáticas, filosofía... El género fantástico tiene algo de fronterizo, en el que a un lado y a otro, lo cotidiano y la posibilidad (o la locura) convergen.Borges nunca escribió una novela. Ese fue su límite. Su obsesión era otra.Porque ¿a quién no le hubiera gustado contemplar a Borges en su infinita biblioteca. Y no releyendo a los clásicos, sino revisando, por ejemplo, Agosto, 25, 1983, en el que Borges entra en un hotel y se descubre a sí mismo, más viejo y a punto de suicidarse?Borges frente a Borges, gracias a un pliegue en el tiempo:
"-No te das cuenta que lo fundamental es averiguar si hay un solo hombresoñando o dos que se sueñan.-Yo soy Borges, que vio tu nombre en el registro y subió.-Borges soy yo, que estoy muriéndome en la calle Maipú".Quizás la revisión de este texto por parte de Borges –la escena en su biblioteca- fuera la mejor metáfora que describiría al escritor que se siente autovigilado: espiaba al Borges escritor, al Borges narrador de dicha historia, al otro Borges personaje que se suicidaba ante su propio yo, a los dos Borges que se soñaban...¿Paranoia o genialidad? Imposible responder, quizás lo supiera Miguel Khoan Miller, sicoanalista que lo trató durante tres años, según detalla el amor imposible de Borges, Estela Castro, en su polémico libro Borges a contraluz. De esas sesiones se podría haber extraído muchas huellas de lo que posteriormente plasmó en su obra. Sin embargo, el secreto de que Borges se sometía a psicoterapia contrasta con otras revelaciones.“Muchos críticos se empeñan en que Borges era un obsesivo”, nos comentaba María Kodama a un grupo de periodistas recientemente. “Borges era muy lúcido, muy crítico. Corregía continuamente. Su obra nunca era definitiva”, decía Kodama.Lo cierto es que la obsesión es una de las pocas materias narrativas que pueden transformar el apellido de un autor en adjetivo. Ardua labor. Borges lo consiguió a posta: cualquier lector que entre en su obra, la relea y la alcance, podrá bosquejar una breve definición de lo borgesiano. Pero él no fue, por suerte, el único que consiguió tal honor. Franz Kafka, antes que Borges, también lo había logrado. Aunque el escritor checo nunca supiera que su apellido paterno, que tanto lo atormentaba, se adjetivó en kafkiano.
Etiquetas: consideraciones
Acudía preparado el cinco de diciembre a la conferencia La mujer y la iniciación, a cargo de Antoni Guri y Mireia Valls, en Alibri Llibreria (la antigua librería Herder, c/Balmes 26, en Barcelona) y donde además se presentaba el libro Mujeres Herméticas. Voces de la Sabiduría en Occidente, escrito por la ponente, cuando me advirtió una joven librera, tras esperar unos minutos en el espacio donde se dan esos actos, que no era el cinco, sino el doce de diciembre el día de la presentación. Había confundido fechas. Lo acepté con resignación. Y como nada se escapa a la casualidad, cayó en mis manos Como un paraíso de locos, de Fernando Arrabal, de la que tenía pendiente y anotada la lectura. Por la misma dicha, me encuentro en esa nueva (¡y dichosa novela!) con un capítulo tan gráfico y palpable, que temo estar afectado por el "síndrome de Rubik" desde entonces, y despertar una mañana desordenado:
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Un día (antes de que llegaran Infinito y Cero a la Inclusa), al mirarme en el espejo observé que se me caían tres trozos de cabeza como si fueran tres pequeños adoquines. Con cuidado logré colocármelos de nuevo.
Al día siguiente se me cayeron siete trozos. En efecto, parecían diminutos adoquines. Los volví a colocar teniendo cuidado con no cambiarlos de sitio.
A partir de entonces todas las mañanas se me caían trozos de cabeza e incluso de la cara. Había mañanas en que se me desmoronaba media cabeza. Tenía que pasarme horas enteras dentro de la cama sin que nadie me viera hasta lograr colocarlos de nuevo.
Un día sorprendí a dos maestros que, a mi espalda, comentaban:
"Está cada día más raro, ahora le ha entrado la manía de no mover la cabeza en absoluto y de esconderse horars y horas bajo las sábanas".
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Extraído de Como un paraíso de locos (Bruguera)
Fernando Arrabal
Etiquetas: Arrabal
(1) "El hombre no es un hombre sino un lobo para otro hombre, cuando aún no ha descubierto cómo es".
Etiquetas: Sentencias
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