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UN PUNTO DE VISTA SOBRE LA LITERATURA de "El doctor Amor y las mujeres" (novela)
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-Los
periodistas llegaron a los ocho de la noche, a la hora
justa
que dije que vinieran.
>>Durante
el día, ya desde hacía un mes, aquel sol maldito
estuvo
achicharrando las tardes. Yo soy noctámbulo, como te he
dicho
ya, y esa contingencia me importaba poco. No obstante, tenía
siempre
el aire acondicionado a tope, un instrumento que acabó
convirtiéndose
en una necesidad social sobre todo al romper la
centuria,
porque el clima se estaba desertizando a pasos agigantados.
Esa
misma tarde había escuchado en el telediario la noticia de una
comisión
internacional de expertos sobre medio ambiente relativa a
que
si no se ponía remedio en un plazo de cincuenta años, el caos
climático
sería irreversible. Un amigo afirmaba que al mundo le
quedaban
cien años y tal como iban las cosas, no parecía
descentrado,
bueno veinte años arriba o abajo.
>>La
solución del frío artificial era mucho mejor que soportar
la
calígine, pero dejaba en el cuerpo y en el alma una sensación
artificiosa,
de pesadez quebradiza, como algo contranatural que,
aunque
necesario, el cuerpo no aceptaba plenamente.
>>Bueno,
de todas formas, estábamos allí fresquitos, yo y dos
chicos
bastante jóvenes, el periodista y el cámara. A dos metros de
mí
habían colocado un foco inmenso y me pidieron que sería
conveniente
que no fumase, por lo de la imagen. No pasaba nada,
en
caso de que el duende nicotínico lo exigiese, haríamos un parón
para
echar dos pitillos. También me pidió que, si sabía, hablase en la
lengua
vernácula. No tenía inconveniente, aunque en la capital no se
hablaba
a penas.
>>Yo
estaba acostumbrado a este tipo de entrevistas, incluso
tuve
un programa de sexología en una radio nacional, aunque ignoré
algunas
peticiones de la televisión, simplemente porque interferían
con
mi trabajo o me pedían que madrugase. Eso era algo que nunca
concedería.
La ocasión del presente estuvo propiciada por un
reconocimiento
nacional a mi última obra y, dicho sea de paso, ya
era
conocido en los medios literarios y de información.
Comenzamos,
entonces; el cámara me enfocó y, después de una
rigurosas
presentación curricular -he de confesarlo, poluta y
completa-
la primera pregunta, resultaba tópica.
-¿Qué
sentido tiene la literatura en su vida?
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-Es
una forma de hablarse a sí mismo, de comunicarse, en
primer
lugar. Después sirve para el descubrimiento y la transmisión
de
principios, por lo cual ha de mover a la reflexión. Genéricamente
diré
que mi literatura comienza conmigo y acaba conmigo, ajena a
toda
moda.
-A
despecho de que a mi usted me parece una persona amable
y
considerada, hay quien afirma que es un misántropo y, como
corolario,
un solitario empedernido, incluso entre sus pares
literarios.
-No
me gusta la humanidad, en general, como categoría,
aunque
amo a unas pocas personas, lo cual creo que resulta
inevitable.
El pretender ser gregario adormece el alma y el espíritu, y
como
cualquier cosa de masa, como la política, parte de las
costumbres,
las creencias, o la fe, muchas veces se basa en la
ignorancia
y el miedo. Un ser independiente y fuerte –con esto
quiero
indicar meramente el ser independiente en grado y forma
relativas-,
no necesita a la masa. En cuanto a no frecuentar círculos
literarios
y demás, es simplemente por la no contaminación. No
deseo
que el afuera influya en mi trayectoria, en una pureza que
intento
preservar con uñas y dientes. Mis amigos intelectuales,
excepto
un caso, no son escritores. En suma Lovecraft dijo que
Edmundo
exterior es algo frente a lo que uno debe protegerse y yo
añado
que cuando hay mucha gente cerca de uno, el mundo se
vuelve
malo. Además, para un escritor no hay peor compañía que
otro
escritor: aparte de las envidias, zancadillas puñaladas de todo
tipo,
enrarecen el éter, porque, entre ellos, hay muchos neuróticos o
gente
con trastornos mayores.
-¿Cuál
es su posición actual frente al mundo?
-La
lucha diaria contra la realidad social presente, para
conseguir
el individualismo puro. Por eso, ante un mundo y una
sociedad
que me desagradan hondamente, en mis escritos busco
plasmar
la cotidianeidad, de la manera más realista posible (con
algún
intercalado inevitable a lo numinoso o a lo mágico, pequeñas
dosis
con las que embellecer la trascripción literaria de una realidad
horrísona
con la apariencia del mejor mundo posible), hasta donde
la
alcanzo.
Aire
siempre mostraba ante mí un gran disgusto ante ese tipo
de
entrevistas, cosa que debiera ser lo contrario, dado que sacaba su
55
parte
de la comercialización de mi obra. Cuando llegaron los
periodistas,
sin embargo, mostró una rígida cortesía, muy digna, y se
mantuvo
en un rincón, observando con ojos achicados y gesto
acibarado
cuanto pasaba a su alrededor, ese algo que a ella en
realidad
no le importaba, que odiaba porque despegaba mi atención
de
su persona y que veía como una intromisión en nuestra vida
privada.
A veces se iba un rato al salón y ponía un poco demasiado
alto
el televisor, para que yo supiera que estaba allí, pueril protesta
frente
algo que no podía derrumbar. Después volvía y se mantenía
en
off, casi en la sombra, pero yo sabía que estaba angustiada y en
esos
momentos; prefería no mirarla, ni de soslayo.
-Da
la impresión de que usted piensa que solamente la soledad
personal
y la creación en el aislamiento personal son la mejor vía
para
la creatividad y el vivir en el mundo.
-Es
la neta verdad. Es mi estilo de vida, algo que he
conseguido,
bueno, que estoy consiguiendo a lo largo de los años.
Un
ser socialmente maduro debe ser un solitario, con lo cual indico
tener
muy pocos amigos pero buenos y solamente con la lectura de
escritores
significativos uno se alimenta para su vida literaria; en las
reuniones
y acontecimientos sociales, aunque sean de pequeños
grupos,
siempre está sembrada la semilla de la envidia, aguza la
espina
del odio, la quimera de la banalización a causa del comercio
del
arte.
-¿Cómo
se llega eso?
-Es
cuestión de tener el cerebro suficiente, la gratificación en
tu
mundo particular y no dejar que la desilusión que uno
experimenta
frente a las sandeces y barbaridades de la vida común
acaben
desilusionándole o amargándole la existencia. Me aparté de
todo
lo que atufase a gregario, incluso de aquello cultural y
socialmente
correcto, que siempre es blando, lechoso, pegajoso,
trivial,
delicuescente, en fin horrible. Los ideales, las causas
colectivas,
además de castrantes, me son extrañas, pero me sirven
para
plasmar un realismo duro y de ese realismo que muestran mis
escritos,
siempre patético, amargo o cruel, busco su lado extremo,
insólito
en algunas ocasiones. Sin embargo, con los años y la
experiencia
consiguiente, nos damos cuenta que la realidad siempre
nos
domina, que no podemos conjurar sus sombras, que la palabra
no
puede derrumbar ni cambiar nada, y tenemos que ajustarnos a
56
ella,
lo cual significa vivir en ella críticamente; la adaptación es
hacerlo
con todas las concesiones, sin cuestionamientos, de manera
aborregada.
De manera que un modo de conseguir dicho ajuste
consiste
en la ecuanimidad y relativa libertad que representa el arte,
en
este caso la literatura.
-Es
para usted algo fundamental, el vivir con el arte, con la
belleza.
-Sí
y eso se consigue con cerebro, la verdad más inherente al
hombre;
lo único bueno que tiene la humanidad y ha tenido
siempre,
es producto de la inteligencia, muchas veces movida por el
corazón,
con los grandes propósitos, como todo lo malo. Este
hecho
obvio es algo que actualmente los poderes interesados
porfían
en esconder: se trata de que el hombre olvide, que no piense
y
solamente consuma, sexo, mercancías, tiempo. Uno es hombre
porque
tiene materia gris en su cerebro, en el córtex, y eso la especie
humana
lo ha conseguido tras un largo y duro camino de evolución.
Por
esto, la ciencia y el arte producto de ese cerebro y, claro de una
crianza
crítica, rebelde, luchadora, y liberalizadora en suma, son
para
mí el camino. La única manera de librarse un tanto de este
mundo
apestoso, es mediante el arte, la imaginación (creativa o no) y
el
amor. El amor es el único sentimiento que puede reconciliar un
tanto
al hombre con su entorno, aunque de por sí sea efímero y de
naturaleza
fantasmal.
Eso
último parece que le sobrepasó y no preguntó al respecto.
Mejor
así, podía llevarme algún tiempo aclarárselo y no me apetecía
que
la conversación derivase por asuntos alejados del tema principal
del
que estábamos hablando.
-¿Se
definiría como un escéptico?
-El
individualismo siempre es escepticismo, pero uno debe ir
más
allá de las experiencias de sus coetáneos para buscar algo
trascendente
–muy imbuido por la creación personal- y extraer
enseñanzas
que puedan ser universales. Así que, en base a su yo, uno
trata
de establecer una nueva forma de pensar y de actuar –que a
alguien
más le pueden valer, sobre todo a los similares-, la de
personajes
singulares que, aún siendo envidiados por los demás en
algunos
casos, se han autoexcluido de la sociedad. Muchos de mis
personajes,
los más importantes a decir verdad, poseen ese perfil.
57
Replegada
detrás de los periodistas, abrumada en su rincón de
penumbra,
Aire me acuchillaba, en ese instante, con ojos de
tormenta.
El
muchacho asentía, más bien maquinalmente, pero se le
habían
acrecentado las arrugas en torno a sus ojos, acumulando
tensión
y perplejidad.
-Esa
no relación con el mundo me posibilita la creación. He
hablado
otras veces sobre el abismo entre el sujeto y el mundo,
entre
el yo y el entorno, entre uno mismo y el afuera, como quieras
llamarlo.
Es un binomio cojo, siempre falla una parte. El escritor,
con
la creación, con la ficción, fabulando, se vive, frente a la
vulgaridad
de la vida, toda esa gente profundamente insolidaria
acomodada
en la rutina y el consumo. Al fondo de lo desconocido
para
encontrar lo nuevo, Baudelaire dixit.
Desde
el otro lado me fulminaban ojos con truenos y relámpagos.
-No
obstante, hay un compromiso social, un deber estar en el
mundo
para mejorarlo.
-Lo
intenté de muchas maneras y la forma actual de hacerlo es
escribir,
con la pretensión de que, aquellos que me lean, aprendan
algo,
se cuestionen algo o meramente pasen un buen rato, por lo que
cuento
en sí o porque se vean reflejados en ello. Ser paladín de
causas
perdidas es un buen viático para el manicomio o la
autoflagelación
infecunda. Resulta inevitable: la experiencia directa
desmiente
las promesas del amor, los discursos de los políticos y la
existencia
de lo más Alto. La familia puede dar algo de felicidad, en
algún
caso, pero es un nido de dolor en muchos otros. Uno acaba
ajustándose
a ello y debe vivir su vida, con los suyos que son pocos,
y
cuya ecuación personal, repito, yo he encontrado en la inteligencia
(que
siempre tiene una dosis de inconformismo, de rebeldía) y en la
soledad,
antesala de una forma de libertad personal, en todo caso
condicionada,
limitada. Pretender lo contrario es hacer castillos en el
aire.
Estamos, pues ante una realidad abominable. Pasamos de la
utopía
al estupor, como dijo un autor contemporáneo. Luchamos
con
ilusión frente al dictador para terminar encontrado el oro del
individualismo
puro y duro.
Entonces
me atravesaban ojos aguanosos.
58
-Bueno
sabemos ya su posición frente al mundo y vemos que
no
le gusta. Pero, ¿cómo ve el mundo actual, la sociedad en que
vivimos?
-Es
de lo que estoy hablando: No me gusta nada. Pero no
tengo
ganas de hacer ahora un estudio sociológico. Hemos venido a
hablar
de literatura. De eso iba el tema, creí entender.
Cuando
se fueron, me fui a la terraza y fumé un pitillo. Aire se
había
encerrado en el salón y tenía el televisor a todo volumen.
Después
entré y estuve encantador con ella. Me dolía que sufriese. A
los
diez minutos estaba radiante. Después, abrí el portátil y ella
volvió
a hundirse.
Eran
las cuatro de la mañana y yo la oía entrar y salir de su
habitación,
para ir al baño o hacerse alguna infusión en la cocina.
Arrastraba
los pies, para empeorar más las cosas si cabe, como si yo
no
supiera que estaba allí, siempre chinchando. A eso de las cinco
menos
cuarto, entró en el despacho, mirándome como una estatua
desde
el marco de la puerta. Aquella fue la primera vez que me lo
dijo,
arrastrando un hilo de voz.
Cualquier
día me mataré, sólo tú serás el culpable.
Una
corriente enervante me abatió de pies a cabeza y cuando
la
miré seguro que mi cara estaba blanca como la cal, ella parecía una
efigie.
Bajé la vista al libro que tenía entre manos, fulminado en
aquellos
instantes espantosos, pero dispuesto a no hacer la menor
concesión.
Que hiciese cuanto quisiese, su vida era suya y determiné
ignorarla
sistemáticamente, alejarme de su cercanía, con la vana
esperanza
de que algún día encontrase las llaves en el buzón y su
persona
desvanecida de mi panorama vital.
-Cuando
lo hagas, mátate de veras -Le dije y no la miré a la
cara
hasta la noche siguiente.
VLAD TEPES, VOIVODA DE WALAQUIA O VALAQUIA
"El empalador"
Sol
y luna
Cuando lo solar predominó sobre lo
lunar, se produjeron cambios significativos en el mundo. La mujer fue dominada por el macho y los
hombres se dedicaron a hacerse la guerra, es decir, al exterminio mutuo.
Cayó la luna y cayó la mujer. Los
hombres guerreaban, lo que nunca hicieron los no-muertos, quienes, manteniendo
las diferencias, son más solitarios y, por lo tanto, más inteligentes. No es
condición preternatural la que da la distinción, sino la ausencia ínsita de
gregarismo: La masa descerebra.
Muy antiguamente, en Egipto, cada noche
una luna antecedía a un sol, al que engendraba el amanecer. Dijo el de Uruguay
que cuando se creyó que no era el viento el que engendraba a la mujer, la luna
perdió su primera gran batalla ante el sol.
La luna fue reina de los mares, de los
manantiales y de la tierra y, al perder sus poderes, reinó sobre enfermedades y
todo tipo de calamidades.
Llegará un día en que el mundo solar,
el del dios guerrero, abocará al exterminio. Entonces, ya no habrá vida bajo el
sol. Evidentemente los vampiros también desaparecerán, pero no habrán tenido
ninguna responsabilidad en este desaguisado. En esto también nos superan. En
efecto, no iba desencaminado quien dijo que eran mejores que los hombres:
depredan, pero no masacran. Como cualquier depredador, ante sí la vida se
renueva constantemente, por el efecto del equilibrio natural entre cazadores y
cazados. Nunca ha existido en toda la historia un ejército de vampiros.
Etiquetas: Artur Golart Martínez, BESOS AFILADOS, Ensayo, Salvador Alario Bataller
EL VINO DE TODOS LOS VINOS, de BESOS AFILADOS (obra inédita)
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El
vino de todos los vinos
Los antiguos chinos llamaron al vino el alivio
de los tristes. Según los egipcios, el ojo de luna de Horus derramaba lágrimas
de vino, que dormían a los vivos y despertaban a los muertos. Posteriormente el
vino simbolizaría la sangre derramada por Cristo y, aun ahora, se vincula con
algunas apetencias insanas.
Un vampiro novelesco le dijo a su
víctima que porque la sangre es la vida, es también el vino de todos los vinos,
el que devolvió a la vida a aquellos, recuérdese lo apuntado supra, que habitan la cara oculta de la
luna. Todo lo anterior, en sentido metafórico, claro.
Hoy, en las tabernas, el vino sigue
dispensándose abundantemente y, a su modo, sigue otorgando cierto modo de vida.
Etiquetas: BESOS AFILADOS, Salvador Alario Bataller, Vampirismo
LA TRILOGÍA DE ECCE CUALQUIERA. LIBRO TERCERO: CUANDO CAZABA PELOS (capítulos iniciales)
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Trilogía
de Ecce Cualquiera
Libro
Tercero
CUANDO CAZABA PELOS
Salvador
Alario Bataller
2.008
Valencia
2.011
El hombre es el escultor de su propio cerebro.
Santiago Ramón y Cajal
El futuro ya no es lo que era antes.
Paul Valéry
Que
enfermo parece todo lo que nace.
George Trakl
Yo
buscaba un alma similar a la mía…
Isidore Ducasse
Impulsos más espesos emergen
donde se organizan.
Eduardo Hervás.
“Poe, Machen, Lovecraft,
Tolkien..., todos ellos habían aprendido la verdad esencial: que se les había arrojado a un mundo equivocado, el cual no valía
la pena, pero que había que estar ahí, pues por mucho que les doliese toda esa
carnavalada de canalladas, sinsentidos y cochambre tenía que entrañar algún
sentido, aunque inextricable. Paralelamente a dicha convicción, se imponía
perentoriamente la necesidad de recurrir a ciertas disciplinas, algunas
heterodoxas y poco rigurosas en su método, para empezar a ver con una luz
diferente el gran paisaje umbrío del existir. Con el tiempo se aprendía,
dolorosamente las más de las veces, que el final del camino era
indefectiblemente el hombre mismo, que todo el asunto tenía nombres propios:
yo, tú, ése y aquél… Para algunos, no obstante, dicho conocimiento representaba
una gran victoria y el primer paso para caminar per vias rectas.
Había meditado mucho sobre ello.
Ese profundo resabio existencial dimanaba de la frustración temprana del eterno
deseo humano primigenio, uno de los sueños de la humanidad, tal vez el de mayor
virtualidad, el de la superioridad
secreta. Ese odio, muy posiblemente arrancase de aquella prístina
desilusión, cuando nos dimos cuenta de que habíamos nacido entre los del montón,
que no éramos nadie, que teníamos que sudar sangre para recoger unas migajas
aunque, a veces, fuesen gordas: un demonio exógeno e inapelable invadió un día
mi mente fantasiosa y me escupió con voz arcana y aviesa que nunca sería sabio,
poderoso, inmortal… La aparente magia de la vida cayó pesadamente como un
pendón viejo y raído: mis padres no eran los monarcas de un reino encantado ni
el mundo era un paraíso: mío era el erial, la plétora de dificultades, mis
padres pobres campesinos. A partir de ahí, uno debía luchar para subsistir,
cogerse a mil clavos ardiendo para pasar los días de la manera más digna
posible. Muchas veces, ni este mínimo podía ser satisfecho honorablemente. Se
esfumó, como el humo, el destino principesco del pobre hijo del picapedrero.
Después de eso apenas nada quedó, sino un infantil, juvenil, adulto malhumorado
corazón. Una vez más, los sueños de la humanidad no se cumplían en el hombre,
no se cumplían en mi.”
Salvador Alario Bataller, La conciencia de la bestia (1.999),
edición privada. ISBN: 84-605-9212-X. Depósito legal: V-2970-1999. Obra que
quedó entre las 10 finalistas de El
Premio Planeta de Novela de 1.997, cuyo ganador fue José Manuel de Prada,
quedando en segundo lugar Carmen Rigal.
“Nacemos de dos modos: o confusos o muertos. Yo nací confuso
y pago cada día el precio de mi confusión. Los muertos van y vienen por la vida
y me miran con aire de superioridad. Incapaces de advertir que no respiran. Que
nunca han respirado. Estar muerto es más fácil que estar vivo. La vida es
lucha, la vida es violencia. La incomprensión y los obstáculos hacen sola cada
mañana a la puerta de nuestras casas.
Por eso el mundo
es de los fríos. Por eso el mundo es propiedad de los que carecen de alma. De
aquellos que calculan sin implicación. De aquellos que saben imitar la vida y
el pensamiento. De esos cerdos, de esos insectos disfrazados de hombres y
mujeres, dependemos todos.
Los insectos sin
alma llegan adonde quieren porque destruir al prójimo no les hace temblar.
Ellos te sopesan. Localizan tus puntos débiles y fuertes. Calculan tu
emotividad –justo aquello de lo que carecen- para utilizarte. Para engañarte.
Para usarte. Son fríos, pero saben imitar el calor de la vida. Gracias a su
disfraz de persona sintiente consiguen que les aprecies, que les quieras y
hasta que te enamores de ellos. De su exhibición de falsa sensibilidad. Tienes
novios/as, amigos/as y amantes. Pero ni quieren, ni aman, ni traicionan. Te
harán ver las cosas como ellos quieren que las veas. Usarán la mentira
desapasionada para que odies a quienes ellos quieran que odies. Te aislarán. Te
llevarán adonde quieren. Sacarán de ti lo que necesitan y te dejarán de lado.
Hablo de Ellos, los sin alma. Están a tu lado. Cada día. Son tus jefes en el
curro. Te hacen reír en las cenas de empresa porque son divertidos. Y mientras
ríes, sus ojos de insecto te examinan con desprecio calculador.
Creen que eres
tonto. Creen que tu emotividad, tu capacidad de amar, odiar, reír y llorar, te
hacen inferior a ellos.
Pero no te
preocupes. Tú estás vivo y ellos no. Tu vida, tus actos, tienen alma. Los suyos
no. No les temas. Por muy listos que sean, por muy capaz que sea el monstruo,
la aberración, de imitar la vida, ellos están muertos y tú no. Tal vez los
demás no lo ven, pero tú sí.
Y así me hiciste
una vez a mí, hijo de puta. Así me hiciste, pero ahora te voy a crujir. Todavía
estoy lejos. Pero vengo. Vengo a aniquilarte. Cuántas noches en vela esperando
este momento. Vengo a borrarte del mapa como si nunca hubieras nacido. Tenme
miedo, pedazo de maricón. Tenme miedo porque sabes que sin tus tretas eres una
mierda contra mí. Un niño inútil. Sí, Skavsta. Ya está decidido. Voy a por ti.
Así que ya puedes ir cagándote encima de miedo. Nos fundimos a Stonogo y a sus trescientos
gilipollas de mierda. Y ahora te toca a ti. Te voy a erradicar. Yo, Vervoék,
tengo una cuenta pendiente contigo. Ay, pobra de ti. Vuelvo a ser fuerte. De
nuevo puedo matar. ¿Quién te va a salvar de mí?”
José Miguel Vilar-Bou, Alarido de Dios (2.009), transVersal,
EQUIPO SIRIUS, Madrid, ISBN: 978-84-96554-73-3. Depósito legal: M-23432-2009
INTRODUCCCIÓN
Este es la tercera parte de La trilogía de Ecce Cualquiera, alguien
que no nos anda lejos, un exiliado voluntario de un mundo que es un muladar,
erigido sobre los tres grandes males del mercado y su demonio, el capitalismo
salvaje: el vacío moral, el consumismo voraz y las mentiras mediáticas. La
globalización e Internet (que algo bueno tienen) no son generalmente más que
podos leprosos de esas fuerzas inicuas, que sumen a la gente en la ignorancia,
la inculturizan, la domestican, y aumentan la diferencia entre las clases
sociales, sembrando el esclavismo y la pobreza para beneficio de los perros de
siempre. Bajo el auspicio de la democracia (un sistema que no es –o debiera
ser- en lo que se ha convertido), los peores hombres, independientemente de
siglas, propalan la prepotencia, el abuso, el escarnio, la miseria y la muerte.
Los políticos, salvo casos contados, se han erigido en los ejecutores de la
hecatombe, seres patibularios y acéfalos que ostentan un poder que acarreará la
destrucción de la naturaleza, por tanto de la vida y del hombre. La masa se
encuentra sumida en el desconcierto, la apatía y la desesperanza, mientras que
los poderosos se mofan de los obscenos desastres que generan. Los pilares de
cualquier civilización estructurada se desmoronan, se alzaprima lo zafio y lo
peor y, con ello, el mundo y el hombre se empobrecen y agostan, tienen los días
contados. Debería surgir un grupo de personas serias y morales, que fomentase
una esperanza, generase un principio común, y un ansia férrea de lucha para
terminar de una vez por todas con los mendaces, puesto que la mentira siempre
ha sido el mal del mundo. No debemos dejarnos llevar por el odio y la
violencia, porque son precisamente eso, el mal del mundo, porque seríamos como
ellos, los políticos y poderes fácticos de un color o de otro. Sinceramente, le
veo mala solución.
La
trama sináptica,(a la que siguen Los estados
intestinales, lucha, y Cuando cazaba
pelos, resolución), en parte, trata de la oposición particular de gente
decente a este basurero que viles con nombres y apellidos nos han dejando,
destruyendo la posibilidad de una Europa, de un mundo, donde no hubiese un
pobre (por lo menos uno sin la ayuda debida). No fue, en su tiempo, una utopía;
el mercado, los vendepatrias, los traidores nos mataron la posibilidad de vivir
como hombres, de existir en un mundo habitable. Si yo pudiera…, pero sé que ese
no es el camino para un mundo mejor. Mal lo tenemos, empero, con el instinto de
dominancia, con la voluntad de poder del ser humano, que a la postre, se
concreta en dinero y sexo. La civilización no está en el la industria, ni en el
artilugio reluciente, sino en el corazón. Ójala, no sé qué, nos ampare y nos de
fuerza en el empeño.
INTROITO
Cuando
cazaba pelos (Resolución) es el final efémero, coda mínima, de laTrilogía de Ecce Cualquiera, conclusión
nebulosa de sus dos hermanas mayores, La
trama sináptica (Oposición/Antítesis) y Los
estados intestinales (Lucha). Cualquiera de ellas puede leerse con
independencia de las demás o no: existen como piezas únicas o vertebradas,
crónica vital de un hombre a la deriva (nunca una fuga vacui), malgré-lui, que,
al final, logra cierta reconciliación
con el existir mediante una ecuación personal.
Para más de uno Cualquiera sería un lisiado
moral, un fracasado, un tarado, una clase de hombre totalmente execrable,
malcontento con el mundo, con el que parece mantener una muda y deshonrosa
batalla; pero otros pudieran pensar que encarna al romántico luchador, al más
lúcido entre los de su especie, el que aguarda el cese del silencio para dejar
oír su voz, el deslucido heraldo de una micro-historia y de su tiempo, y, por
lo tanto, un santo o un loco.
Dicho esto, que tengan un buen día o, mejor, una
buena vida.
Mínimo
Caldas,
otro
CUANDO CAZABA PELOS
RESOLUCIÓN
Libro tercero de la Trilogía de Ecce Cualquiera
Salvador Alario Bataller
2008
1. En “la mejor de las sociedades posibles”:
vagabundo en el
mal mundo… p. 21
2. Cualquiera y Cía.… p. 81
3. Los justicieros de Blasco
Ibáñez-La Isla Perdida… p. 135
4. Lo que pueda ser será… p. 161
1
En “la
mejor de las sociedades posibles”:
vagabundo
en el mal mundo
And death have shall no dominion.
Dead men naked they sahll be one.
With the man in the wind and the west moon;
when there
bones are picked clean and the clean bones gone,
they shall be stars at elbow and foot;
thouhg they go mad they shall be sane.
Though they sink trough the sea they shall rise
again:
though lovers be lost love shall not:
and death shall have no dominion.
Dylan Thomas[1]
1
Contrariamente a lo que afirmara Mújica Lainez,
la patria de qualsevol, auqune, no one,
nul o cualquiera, o como quieran llamarle, porque en más de lo que piensen
se le parecen, no era una cuestión de nostalgia, ni tampoco lo que dijera
Bolaño sobre un país imaginario, el suyo era un país multicolor.
Era una nación tan leve, tan tranquila, tan
democrática, que por todo ello no era precisamente un país. Liviandad, cuidado
al ciudadano, urbanidad, bonhomía eran, pues, tan solo una apariencia.
Sea como fuere, la gente iba a su trabajo, vivía su
tiempo de asueto con aparente felicidad, entendida ésta siguiendo al ínclito
alemán, como ausencia de dolor y de aburrimiento. Sí, eso parecía.
Había pocas vacaciones porque trabajaban mucho,
labores gratas y formativas decían. Las farmacias expedían a espuertas
psicoactivos mil y la policía era una presencia común en cualquier rincón
urbano o rural. Los medios de comunicación se prodigaban en machacar con la
idea de la bonanza del país.
En cada ciudad, en cada pueblo, en la plaza más
destacada, se erguía una famosa estatura renacentista y al pie se leía “El
enemigo, un hombre con un par de cojones” y en algunas colinas descollaba la
soberbia imagen de un toro bravo, negrísimo como la noche, eso sí despelotado.
Un país, una nación,
una tierra, una patria, lo que fuera, inhabitable, de fauna abigarrada, no
siempre asumible. Demasiadas moscas, pero sobre todas ellas destacaba
una: la mosca del pincho en el país del
estiércol.
Grande, espesa, se
descompone, perdiendo su figura original. Mil buenos para nada succionan la
arteria infecta. Otros muchos se mueren en derredor, sin ocasión para meter la
trompa. Alí Baba, el del este, el de sur, todos se frotan con fruición sus
patas pegajosas. El miasma se expande, llama a los insectos de los cuatro
puntos del orbe. Ya vienen, ya están aquí.
De fuera, miles de
moscas multicolores se unen al festín, sobre los despojos de las comunes moscas
grises, ya moribundas.
Ya se sabe, a más
espacios abiertos, aumentan las variedades... Antes estaban las azules, las
verdes, las negras, las cojoneras... Ahora solo veo, en mi casa y poco más,
especímenes pequeños, un tanto raros, que igual caminan hacia delante, hacia
detrás o se mueven de lado. Viéndolas, parecen deambular en un psiquiátrico...,
penitenciario. Sin embargo, no se me acercan. De todos modos, uno puede
relacionarse con ellas al modo byroniano (que no detallo aquí por decoro),
bizarro, sí, pero grato, según el romántico inglés.
Como dijo hace años un destacado político de
izquierdas, “en un futuro “a este país no lo reconocerá ni su puta madre.”
Mêrdre.
2
A ese hombre que por ahí va, aunque no lo
conozco personalmente, sé de él muchas cosas, aunque diré solamente las
necesarias para entender las páginas que siguen.
Nació en el siglo veinte, su pasado y valorado
fue el diecinueve, en ciertos temas particulares, y terminaría su tránsito
terrenal en el indigno veintiuno, peor que el veinte, en muchísimas cosas. A
despecho de ser un hombre bueno, coqueteaba en ocasiones con la tesis de que
la fuerza puede ser el único camino para solucionar ciertos problemas.
Realmente lo pensaba cuando estaba enojado, que no era infrecuente, pero sabía
que eso no conducía más que al desastre. También era un hombre de honor y de
palabra. Hay que agregar que su generación fue la primera de su tierra que no
estuvo en guerra, aunque seguía habiendo muchos conflictos armados y genocidios
en países diversos, no todos lejanos. El demonio del poder seguía actuando sin
freno. Así mismo debe anotarse que detestaba la violencia, que es la patología
de la agresividad, que siempre es vil y gratuita, dado que comporta la
dominación del otro, con todas sus implicaciones.
Ahora, a los cuarenta largos, aunque hacía ya
tiempo que se había autoexiliado en su propio país, al que consideraba una
tierra extraña y sojuzgada por poderes foráneos, retomaba la fuerza para vivir
y cierto grado de optimismo, lo mismo que aquél personaje que conoció un día y
que, por todas las evidencias, llamó en una de sus novelas, Lo que nunca he dicho o Don’t crie for me Nicholasa, el “varón
desmembrado” (2008). Esta obra nunca sería publicada.
El conocer al llamado desmembrado, le hizo tomar una posición más
temperada ante la vida y sus desmanes, aunque nunca dejó de tener muy mal genio
y de desear cargarse a alguien. Evidentemente pensaba que la muerte solamente
se paga con la muerte, en casos determinados. Para terminar y en relación con
lo dicho, incluyo en este lugar un fragmento del libro referido, conteniendo
una singular anotación que había en el texto y que he respetado. Hela aquí:
“Ab omni malo libera nos, Domine… A subitanea e improvisa
morte, libera… Ab ira, et odio, et omni mala voluntate, libera…”
( Fragmentos de “ libera me”,
respondio del OFFICIUM
DEFUNCTORUM)
“A muy corta edad tuve conciencia de que vivía
en un país ocupado. Los opresores provenían de tierras extrañas, calcinadas por
el sol, eriales que no producían frutos sino soldados. No nombraré lugares ni
personas, porque ahora todo se ha perdido.
Curas, capitalistas y
militares abanderaban la represión, la garra bestial del poder central. Todo
poder siembra violencia y, por tanto, miedo. Aquello que imponían como la
patria de todos nunca me perteneció, no había un lugar en mi corazón para ella,
aunque sí tenía una tierra y, por entonces, la amaba.
A estas bajuras,
resulta redundante señalar que toda aquella parafernalia me resultaba ajena,
nunca la sentí como cosa mía. Entonces sucedió algo que me paralizó, dando un
giro integral a mi valoración propia y la del mundo: por paupérrima que me
pareciera mi historia y deslavazada mi vida, pensé, en cierto momento, que, en
realidad, yo, vean ustedes, era un privilegiado, cuando le conocí a él[2], a…
El varón
desmembrado
Título original: El mascle desmembrat
La primera vez que
vi a aquel hombre singular, un más que conocido personaje en el mundo de la
cultura, me sentí horrorizado. Cualquiera
(o lo que quedaba de él), que es el nombre que en adelante daré a esta persona
a petición suya, me recibió con una gran sonrisa en su biblioteca, lo cual me
extrañó muchísimo. Su cuerpo había quedado reducido a menos de la mitad: no
tenía piernas, ni brazos (ni polla como supe después), pero sí mostraba una
sonrisa blanquísima y permanente bajo una calva reluciente. En nuestros
sucesivos encuentros comprobé, con creciente perplejidad, que aquella sonrisa no
era el espejo de una amargura oceánica (lo esperable en su condición), sino
reflejo directo de su buen carácter, que el tiempo y la adversidad no habían
cambiado. Lo de la calva lo explicaré posteriormente[3].
A medida que iba conociendo las particularidades de su caso yo, gran
egoísta, fui sintiéndome como un ser despreciable, que no merecía
conmiseración, ni mía ni de nadie. Sí, no llores por mí Nicolasa, seas quien
seas, estés donde estés, sea cual fuera el sentimiento negro que te imaginó o
el demonio del abismo que te engendró.
El vestigio de lo que fue un cuerpo humano se movía gracias a una
silla especialmente diseñada para personas incapacitadas y una considerable
peana metálica (en cuyo interior imaginaba una intrincada urdimbre de cables y
chips) elevaba sus restos a la altura de un hombre de mediana estatura, como
yo, de poco más de un metro setenta. De este modo cuando hablábamos estábamos vis a vis y, gracias a Dios, su voz era
clara y regular, afable y cadenciosa, porque su aparato fonatorio estaba sano y
no tenía que utilizar complejísimos sistemas cibernéticos con lo que hacer
audible la voz, lo que habría añadido un mayor patetismo a una situación de por
sí ya muy dura.
Dijo, sin que yo le preguntara, que resultaba un consuelo tener el
cerebro intacto y poseer la palabra, que pensar y hablar resultaban los dones
más grandes de que podía disfrutar un hombre, que todo lo demás carecía de
importancia… Memorable.
Su hermano Cesar.
Un conocido hombre de negocios, unos años mayor que él, que andaría por los
cincuenta y pocos, le cuidaba con gran diligencia y, por el modo de hablarse,
supe enseguida que no era solamente el dinero lo que no faltaba en aquella gran
casa.
Además de los
hermanos vivía en el palacete un individuo descomunal, fuerte y grande como un
oso, que en las primeras conversaciones se mantuvo aparte, sin soltar prenda,
sentado en una butaca y fumando puros habanos, pero muy atento a lo que se
decía. Su nombre era Ruy Galera y estaba a cargo de la seguridad del lugar y
sus moradores. Alguna vez vi a un par de gorilas más por los pasillos, pero
regularmente no hacían acto de presencia.
Un amigo afirmó que la vida es una guadaña que saja la vida humana
en un momento dado, pero afinando más yo soy el ejemplo de que ese filo atroz
puede ir apareciendo en momentos determinados y cortando ora una parte otra la otra,
el brazo ahora y después una oreja. Esa guadaña es la metáfora de las
relaciones y acontecimientos desgraciados o catastróficos que nos llevan a
pérdidas sucesivas, esencia misma de la existencia. Esta teoría es atractiva,
pero mi caso es mucho más complejo, puede decirse que yo fui perdiendo mi
cuerpo por artes oscuras, en el sentido de que aún no comprendo como se produjo
la desmembración. Lo primero que perdí fue el pene y el ejecutor, si bien estoy
seguro que es un demonio de la peor especie, se llama Guadalupe.
El hombre no es gregario por naturaleza, sino
todo lo contrario. Y cuando uno es libre y diferente este, el mío, es el
ejemplo, bastante extremo ciertamente, de la forma que pueden tomar las
consecuencias.”
A él, el motivo de este libro, que incluye el
texto anterior, le llamé también Cualquiera
y sinceramente fue una casualidad. O tal vez no. De todos modos, no tiene
importancia.
3
Me despierto más roto que anoche cuando me metí en la
cama. Vuelvo del mundo de los vivos para arrastrar mi sombra ahora por el de
los muertos.
Como algo y salgo a la calle.
Creo que no me he peinado. De todos modos, no es importante; tengo poco pelo,
paso la mano por la calvorota y ya está, un peinado de diseño. Pese a todo aún
soy un tanto guapete y, eso sí, no he perdido ese toque de elegancia básica que
siempre me ha caracterizado, pese a que hace años me desprendí de la sempiterna
corbata. Una americana puede combinar bien con cualquier pantalón, sobre todo
con los vaqueros y una camisa decente.
Camino lentamente, aunque no haya
nada que apreciar de un modo especial. Esbozo una sonrisa. Ya lo dije antes, mi
sonrisa es una mueca de desprecio.
Per vas nefandum,
per vas nefandum.
Caosmos,
ya lo dijo un gran irlandés. Baricco también anotó que la verdad es siempre
inhumana. Veritas contra mundum.
He comenzado el día del modo
habitual. Es septiembre y hace un sol de justicia. Todo esto va a petar de un
momento a otro. Camino. Un pie delante del otro, bipedestación, erectus,
sapiens… Creen que estamos subnormales. Todos, sin excepción, somos unos monos
degenerados. La fuerza siempre se impone a la razón. El acicate del hombre es
la dominación, la guerra, el poder, que es sexo y dinero y, al final de todo,
la destrucción. Un destino inexorable. Pero memento
mori.
La náusea, como la ansiedad,
dicen que a veces es general, pervasiva, libremente flotante, aunque es
mentira, porque el sufrimiento humano tiene siempre determinantes específicos.
Camino seguro hacia el inicio de
mi último viaje.
Mientras
paseaba en dirección al café Strigoi para tomarme un cortado, entre Los leones
y Campoamor, hay un callejón en el que asoman algunos pubs solitarios. En el
muro de mi izquierda, abarrotado de pintadas, hay una que hace que me detenga y
lea. Es esto lo que, distintas manos, han escrito:
Si Franco levantará la
cabeza,
aquí se cagaba hasta
Dios.
¡Que te follen, hijo
de puta, saco de mierda, marikón!
¡Que te jodan a ti, mamarracho!
Soy gay, tengo
cincuenta, cinco años y me
siento
joven, guapa y estilosa.
Bujarra
azqueroso, hijo de la gran perra zarnosa,
Zi
te tuviera delante beríaz el
guzto
que te daría con mi puño.
Segun la ley de Halá,
es maricón el que da;
Segun la ley de Maoma
es madicón el que toma;
Segun la ley de
Dios, son malicones los dos.
Un tijo en la nuca
es la solusión.[4]
Cinc i Quatre fan nou:
bu, bubu,
bufam un ou.
Nou menos cinc fan
Quatre: bu, bubu,
bufam latre.
Once i once vintidós:
bu, bubu,
bufam als dos.[5]
¡Que os fusilen a todos, hijos de la gran puta!
Bae-buebe, mandeba,
mandeba
Choni Uismule
¡Y la
mona que te parió, mamón!
En fin, vox populi. Enciendo un cigarrillo y sigo adelante.
Entro en el parque de la calle
Ramón de Campoamor, bajo por Impresor Lambert, echo en dirección de Blasco
Ibáñez y en la calle del poeta Guzmán y Tortajada, anterior a la avenida, a
veinte pasos me meto en el pub Strigoi.
Pido un cortado y de la párvula
biblioteca que hay, apenas entrar, en el muro de la derecha, al fondo, tomo un
libro. Me siento y lo abro. Alguien ha escrito, con bolígrafo rojo, lo
siguiente:
“Exceptuando a los cuatro buenos
que siempre hay y dependiendo también de la franja horaria de cada lugar de
esta caca llamada mundo: Malos días y peores noches, que os den por culo a
todos cabrones, putas y maricones, machistas, feministas y mariconistas, ateos
y beatos, políticos y apolíticos, ciudadanos y apátridas, curas y curones,
fachas y bujarrones, putas bordionas y bordes de nacimiento y por experiencia,
ministros y menestrales, burros y listillos, marisabidillas y mamones, siervos
putos y putos señores, chusma borracha y duquesas empaladas, condesitos
prosternados y próceres sodomizados, buenos para nada, jodevidas,
juntacadáveres y vendepatrias, feladores del dios trempante y del diablo culón,
basura toda inabarcable de este mundo traidor (¡y viva Campoamor!), que os
follen y venid aquí, que tenemos para vuestros cuerpos pestilentes, estacas
aguzadas y romas, con jabón o sin él, y muchas más lindezas atroces, cuando os
pillemos y si nos venís de cara, daremos buena cuenta de vuestros pasos por
este muladar y así no os vayáis sin pena ni gloria a la nada de nunca jamás.”
Firman con varia letra casi inteligible:
Arnau, Al Nap, El pato, Felipe el Inglés y Ramón, Pèp L’ouero, José Martínez
Rodriguez “chochito”, el juez Moratalla y el comisario Saltamontes.
El libro en cuestión se titula Folla bien, come mejor y espera a la muerte
sin temor, de un tal Manèl Claramunt i Torredó, de mal nombre Piu de férro (polla
de hierro), que vive en calle Torreta de Miramar, 23, bajo, Benimaclet (junto a
Valencia capital). La editorial es L’Asparver, 1982, de Simat de la Valldigna (no sé donde
coño está eso), La Valldigna
(?), provincia de Valencia (me suena).
Abajo, casi a pie de página, con
una letra más picuda y apretada, uno distinto ha añadido:
“Me agrego a los admiradores del autor.
Ad est, ad sum.
Me voy, que os vaya como sea.
Que empiece la fiesta.
R.M.”
Rex Mundi
(?), vaya, vaya, él siempre anda por medio, como Dios, al que
tampoco nunca se le ve.
No me esperaba una cosa así y
decido comenzar a leer esta obra que se me anticipa sorpresiva, cuando se
sientan en la mesa de al lado dos veinteañeras bonitas y piden al camarero dos
quintos y, cuando se va, una dice:
-No sé cómo dices que vas a clase
borracha y te enteras de todo.
La otra que tiene cara de guarra,
dibuja una risita picaruela y no contesta.
Me levanto, esto es demasiado para mí, el país se está convirtiendo en
una cloaca, en unos pocos años lo habrán destrozado por los cuatro costados. No
pocos piensan que ya es tiempo de sacar la vara. Representaría la medicina
exacta para el desmadre que ha generado toda esa caterva de hijos de puta.
Asimismo más de uno les daría una dosis mayor y más larga, para que pagasen
tanto sufrimiento, tanta desesperanza, tantos muertos y decesos por venir.
Entré en este café a las
tres y media de la tarde. Me tomé como de costumbre un cortado. Sonaba música
suave y había pocas personas sentadas a las mesas. El lugar era agradable,
incluso mostraba, como ya dije, una variopinta, si bien pequeña biblioteca en
una pared apartada de la entrada principal, donde encontré algunas obras mías y
de otros autores de la zona, además de plumas mucho más reconocidas. Por la noche
estaría a rebosar, con gente más bien joven, copeteando y charlando. No
tardaría mucho tiempo en que el negocio fuese a menos debido a la crisis.
Deseaba sinceramente que no tocase fondo. Aunque era un poco caro, el sitio
resultaba muy tranquilo y acogedor. Pero siempre había gentuza como las
chavalas esas que le fastidiaban a uno el momento tranquilo que se supone es
tomar algo en un lugar semejante.
Salí
a los pocos minutos y me encendí un pitillo en la misma puerta, maldiciendo,
por enésima vez, esa descabellada ley antitabaco. Eché dos caladas fuertes y me
encaminé en dirección a la Plaza
del Cedro. La tarde era primaveral, un sol muelle bañaba la calle y la hermosa
arboleda.
A
mi derecha, en las mesas exteriores, pegadas al ventanal, un grupo de muchachas,
poco más que veinte años, charlaban. Al pasar junto a ellas, no pude evitar
escucharlas, ni de malhumorarme aún más de lo que ya estaba.
Comentan
alteradas por no sé qué:
-¡Tía,
estoy hasta la polla!
-¡Yo
también, tía! ¡Hasta la mismísima polla, estoy hasta la polla!
Polla,
polla, polla…, pollas. ¿Dónde está el coño?
Nulla Mens sine cultura nulla Mens
sine caerebro
¿Dónde
está la mujer?
Él
tiene una polla de aquí a lima, pero no es para ellas, la tomarían como un
fusil de asalto.
Esperando
una ocasión mejor, a l’ aguard[6]
de una hija de Eva. Esas tías, que desgraciadamente ahora abundan como
nabos en un huerto de nabos, son cloacas.
Viva
mi polla, pensé, y encaminé los pasos a lo largo de la calle. Un sol ahora blando,
primaveral, disonante con la época del año que atravesamos como ya indiqué, sigue
embelleciendo la arboleda. Es un lenitivo para mi enojo.
Polla-coño, polla-coño,
polla-coño…
Sigo
adelante y el paseo me lleva a Blasco Ibáñez y después tiro para Serpis. A los
pocos pasos me encuentro con un panorama nada infrecuente en estos días malos.
Dos chiquillas de unos catorce años se
inflan a hostias en un parque vecino, mientras un tipejo de poco más las anima.
Ellas se dan con el puño, se derriban, se muelen a patadas y codazos, se llaman
putas y el otro se parte de risa. Me he tropezado con esto en mi paseo
vespertino, yo que ando solo y busco estar tranquilo. No ha sido la primera
vez.
Aunque no debiera por motivos diversos,
intervengo, les digo qué pasa, que qué están haciendo, que ya está bien.
Y casi se me echan encima. Lárgate,
viejo marica, me han soltado.
Vuelvo sobre mis pasos, enrabietado, y
decido que se ocupen sus padres o quien sea.
Tengo apenas los cincuenta, un trabajo
que no me gusta y me almagro en un mundo inhabitable. Soy también lo que hay,
no lo que me da la gana, que no hay.
Bad Strogen.
Mucho ha cambiado el mundo desde que fui
joven, y no hace tanto de eso. Antes un hombre tenía su valor, al igual que una
mujer. Nos respetábamos más que ahora. El amor, aunque nunca es lo que tiene
que ser, no estaba tan intoxicado por la mera crápula, la mentira y la
incomunicación. Había incluso menos violencia de género (no puedo dar datos
sobre el particular, pero me jugaría la mano y el Bartolo), se la toleraba
menos, no digamos la muerte de la mujer. Ahora es algo terrible y los mismos
especialistas reconocen con gran zozobra que difícilmente podrá atajarse. Se
sabe la razón, más resulta políticamente incorrecto hacerla pública. Esperemos
que la formación y las condenas aminoren esta lacra intolerable.
La agresividad es innata al hombre,
tiene predeterminadas sus estructuras neuroanatómicas y sus procesos
fisiológicos, muy relacionados con el sexo, de hecho ambos fenómenos van juntos
en cualquier ser vivo. En términos de la Etología, parte de la Biología, que estudia
generalmente el comportamiento heredado, se refiere a la conducta agonística, a
la capacidad de hacer frente o escapar de un peligro, dependiendo de las
características del mismo y de la situación. Frente a un león lo más prudente
es buscar refugio, a menos que la situación sea inescapable y si media un buen
arma por medio la confrontación puede dirimirse de otra manera. La patología de
la agresividad es la violencia, que no es para alimentarse o defenderse, sino
para infligir dolor gratuitamente y con él, poder, dominio o control sobre el
otro. El maltratador, cualquiera su especie, es siempre un ser violento y, en
ese sentido, enfermo, no tiene control sobre sus impulsos y su actuación la lleva
a cabo porque ha aprendido que sólo con el recurso a la violencia puede ejercer
autoridad sobre la mujer, vaya por caso, pero podríamos hablar de ancianos, de
niños, de amigos, de inquilinos, de gente que comparte un espacio y un tiempo,
y mantiene un tipo de relación.
Hay una violencia canalizada, especial,
como la que se desencadena en la guerra. Del mismo modo hay individuos que
desarrollan comportamientos psicopáticos sin ser psicópatas, bien porque
trabajen en grupos mafiosos o pertenezcan a grupos terroristas. Sería, con su
especificidad y matices, un tipo de trabajo.
Juan Monarca, un conocido del barrio, un
tipo joven, guaperas y según dice Mujerito bien dotado, nervudo y más
inteligente que el común, es un individuo violento. Una vez me confesó que mató
a su padre y que el palmarés de óbitos en su haber era numeroso, aunque no me
dio ninguna cifra. Cuando me lo dijo, pensé que estaba de broma, pero por otros
caminos he sabido que es verdad.
Como nuestro hombre, Ecce Cualquiera, él
tuvo la intención de ir a Nicaragua para ayudar a los sandinistas contra
Somaza, pero en su caso lo hizo realmente y estuvo en primera línea. Tenía por
entonces dieciocho años. Me lo confesó sin ninguna conmoción, al menos que yo
la apercibiese: vio el brillo de los ojos enrabietados primero y después los
aguanosos de la vida que se va. Si uno contempla la mirada del que mata, lo
hace necesariamente con la mano, desnuda o agarrando un cuchillo o cualquier
objeto letal. Sí, es realmente un tipo duro.
Todos eran asesinos constatados,
mataban por placer de hacer sufrir al otro, (no como yo que lo hago por trabajo), tenían en su haber muchos inocentes, me dijo sin pestañear. No he de negarte
que disfruté un montón cargándomelos, aunque después, como muchos que estuvimos
en ese tipo de guerras, reconocimos que hicimos mal en participar porque los
gobiernos surgentes y que todavía perviven nos defraudaron profundamente.
La historia del hombre lamentablemente
es la historia de la guerra, su crónica la del genocidio. Somos depredadores,
no gregarios por naturaleza y los únicos seres vivos que con nuestro proceder,
en vez de preservar el mundo en que vivimos, como las demás especies, lo
destruimos. Siendo así, no hay duda al afirmar que somos monos degenerados, un
error de la naturaleza, un cáncer para la vida.
En todo caso, la fuerza siempre se
impone a la razón, pero ése no debería ser el camino. Deben combatir las ideas
y llegar a acuerdos justos, no las personas y masacrarse, para que los cuatro
poderosos de siempre mantengan el poder. De tener la
ocasión, ni imaginan lo que haría con ellos.
[1] Y no tendrá dominio la muerte. /Los desnudos
muertos se confundirán/con el hombre del viento y la luna del Oeste; /ya roídos
sus huesos y desaparecidos/ aún tendrán estrellas en sus manos y a sus pies;
/aunque enloquezcan cuerdos serán, /aunque se hundan en el mar volverán a
subir; /aunque se pierdan los amantes no se perderá el amor; / y no tendrá
dominio la muerte.
Dylan Thomas
de José Ángel
Valente, Cuaderno de versiones.
Introducción de Claudio Rodríguez Fer, Traducción de José Ángel Valente y W.
Gordon Chapman, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2002.
[2] Por eso, a partir deshora no hablaré más de mí, se acabaron las
quejas. Comparada con la suya, mi vida tiene poco valor.
[3]La razón de que nos conociéramos no es relevante aquí, por lo que no
diré más.
[4] Las faltas ortográficas
tal como estaban en el original.
[5] En valenciano
macarrónico como éste tiene su rima, no en castellano, cuya traducción sería
esta:
Cinco y cuatro hacen nueve: sopla, sopla
-sopla, sóplame un huevo.
Nueve menos cinco hacen cuatro: sopla,
sopla-sopla, sóplame el otro.
Once y once hacen veintidós: sopla,
sopla-sopla, sóplame los dos.
[6] A la espera (NA)
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Salvador Alario Bataller
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