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Dibujo: Artur Golard
Texto: Salvador Alario
Una virgen sobre un caballo blanco
A finales del siglo XVII y principios del XVIII abundaron los informes relativos a casos de vampirismo, trascendiendo el ámbito centro-europeo, debido no solamente al célebre ensayo de Calmet, sino a las cartas y narraciones de viajeros.
En esos tiempos, en el vasto imperio austro-húngaro proliferaron las cartas de los soldados de las guarniciones denunciando la existencia de este mal, que ellos mismos sufrían en las localidades sonde estaban acuartelados. Es destacable lo acontecido en el banato de Temesvar, donde murieron varios soldados sin causa aparente, tras un cuadro de astenia, agotamiento y pérdida de peso. Los mismos militares informaron del modo en que se combatió el problema, recurriendo al siguiente ritual: ha de encontrarse a una joven sobre la que no se albergue la menor suda sobre su virginidad, que montará un caballo blanco de la misma condición (según el informe, el color del animal puede variar) y se pasearán por el cementerio, pasando por encima de las tumbas. Si en una el animal se resiste a pasar, era prueba cierta de que en ella había un vampiro.
Siguiendo este ritual se abrieron varias sepulturas y en su interior hallaron siempre un cadáver incorrupto, sumido en una especie de sueño tranquilo. Seguidamente se les cortó el cuello con una azada, a lo que siguió un profuso derramamiento de sangre. Después, los cuerpos se estacaron y se incineraron y luego se devolvieron los restos a la tumba, mientras se oficiaba una ceremonia religiosa. Los testigos aseguraron que esta práctica terminó con las muertes entre la tropa, por lo menos en esta zona de Valaquia (provincia, junto con Transilvania y Moldavia de la actual Rumania).
Entre nosotros, por los años sesenta o setenta, en el anuncio del coñac Soberano, también disponíamos, salvo diferencias que se apuntarán, con un icono semejante: Dejando de lado la dudosa mancebía de la excitante hembra y la ausencia a cualquier referencia vampírica, la bella montaba sobre el lomo de un caballo blanco. Lo que se bebía, como se ha dicho, no era sangre sino coñac, que es cosa de hombres (machos) y no de vampiros. El objeto, no terminar con ciertas apetencias, sino estimularlas.
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