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VENUS...


RELATOS

Venus-1
 Estrógenos y poco más

Breves y no tanto

Salvador Alario Bataller

(PRÓXIMA PUBLICACIÓN)

Orígenes
2008

Eva le dio a Adán la manzana con que la serpiente pretendía tentarlo, pero él prefirió el higo.


El unicornio
2011

Violette, casi una niña, encontró en el fondo del bosque al unicornio. Fue el inició de un gran amor. Pasó el tiempo y, desde entonces, el unicornio tiene dos cuernos.


El destino del unicornio
2011

Casi una niña, la bellísima Violette, se perdió en el bosque que se extendía, hasta hacerse azul, en el borde mismo de la granja de su padre. Allí encontró con el unicornio y, belleza por belleza, pureza por pureza, aquel encuentro maravilloso fue el principio de un gran amor.  Pasaron los años y el amor creció, hasta que el extraordinario ser vio, con preocupación, las formas incipientes que disipaban mes a mes la, hasta entonces, tan adorada anatomía de su linda muñeca.
Aún en aquellos tiempos, campesinos y leñadores atisbaban ocasionalmente un destello plateado en el verde silvano de la magnífica foresta o su elegante silueta en sueños siempre gozosos.
Pasó un tiempo más y, como había hecho durante años, Violette se encontró en el corazón del bosque con aquél que más la amaba en el mundo. Entonces el unicornio percibió un sesgo de impureza en los anteriormente inmaculados ojos azules, una turbitud en sus aguas claras que le sumió en la tristeza, hasta que llegó el día en que él, la criatura más pura de entre todas las del mar, del cielo y de la tierra, se adentró en la espesura y ya nunca nadie lo volvió a ver, porque, aún siendo bello, en su corazón anidó el odio y ya no fue más unicornio, sino venado.


Arquetipo
2008

Me la presentó un amigo común, en un restaurante que frecuentábamos. Me impresionó profundamente desde el primer momento, por su belleza, por su inteligencia, por aquella feminidad epatante que regalaba en cada cosa que hiciera, fuera de palabra o de obra. El resultado fue que seguimos viéndonos y una semana después estaba perdidamente enamorado de ella.
Se llamaba Eva, mi Eva perfecta, aunque su nombre real era Evangelina, ya que no quisieron bautizarla con el nombre de la mujer del Paraíso, dado que fue la pecadora primera y universal. Su vida, la de mi Eva, había sido normal, sin ningún sufrimiento especial, sin ninguna experiencia maravillosa o fuera de lo común: una familia media, unos padres conservadores, una carrera universitaria después, un par de relaciones sin importancia y pocos amigos.
Nos deseábamos con tanto ardor que tardamos muy poco en tener relaciones sexuales. La primera vez fue en mi casa. Le colgaba entre las piernas lo mismo que a mí, pero no me importó.


Una tía dura
2010

La chica, como se llame, es prostituta, bebe más de la cuenta y se mete de todo, y, aunque a sus treinta largos mantiene unas formas más que apetecibles, su carácter hace que menudee la clientela. Suele hablar fuerte y agrio, y repite que a ella ningún tío la va a dominar, que los tiene bien puestos. Con propias palabras dice ser una tía de coño duro.
El noticiario nos horroriza con las tropelías de un psicópata que se ceba con las mujeres que venden sus servicios en cierta autopista y, coincidencia o no, ya no se la he vuelto a ver por el barrio. Espero que su granítico genital le haya servido para no engrosar la lista de las que aparecieron a pedacitos en el interior de una maleta abandonada.

Probable
2011

Con amor sí hay  verdadero sexo.


Eva
2011


Más que ninguna otra cosa en la vida ella anhelaba ser amada. Su padre, ausente y putañero, desapareció cuando ella tenía siete años y su madre se hundió para siempre en el sentimiento de fracaso y la culpa. Su hermana mayor, apenas quince, vivía sin norte, perdiéndose los fines de semana en los rincones oscuros de discotecas y cines. De ella aprendió la equívoca creencia de que la hermosura lleva a la seguridad, que el coño se transmuta en oro y, al poco, empujada por su procacidad ofrecía fácil su cuerpo pretendiendo con ello obtener el amor de un hombre, que nunca permanecía a su lado. A los abandonos reiterados se sumó la malfamación, la soledad y la melancolía. A sus trece años era la chica fácil del barrio, la buscona, lo loca, la puta.
Una me dijo que una busca fuera de casa lo que en ella no tiene. Eva buscaba el amor y encontró la neurosis.

Bad Strogen
2011

Dos chiquillas de unos catorce años se inflan a hostias en un parque vecino, mientras un tipejo de poco más las anima. Ellas se dan con el puño, se derriban, se muelen a patadas y  codazos, se llaman putas y el otro se parte de risa. Me he tropezado con esto en mi paseo vespertino.
Intervengo, les digo qué pasa, que qué están haciendo, que ya está bien.
Y casi se me echan encima. Lárgate, viejo marica, me han soltado.
Vuelvo sobre mis pasos, enrabietado, y decido que se ocupen sus padres o quien sea.
Tengo apenas los cuarenta, un trabajo que no me gusta y me almagro en un mundo inhabitable. Soy también lo que hay, no lo que me da la gana, que no hay.


El pater Dan Defensor
2009

-¿Oye, eres A? -pregunta la voz enrabietada de un anciano al otro lado del auricular.
-¡El mismo que viste y calza! –respondo, palpando ya problemas, con vozarrón prusiano.
Se trataba del padre de la anterior, que llamaremos B y que, cosa mala, se había metido por medio a instancias de la susodicha y me pedía explicaciones.
-¿Qué le has hecho a mi hija? ¡No para de llorar! ¡Tú y yo tendremos más que palabras!
-Lo que haga falta.
-¿Qué…?
Silencio al otro lado, una respiración tensa y poco después me llega el berreo de un llanto femenino desatado.
Me daba grima la situación, con toda su carga de absurdo y desatino, pero el viejo seguía muy crispado. Me imagine reventándole la cabeza a patadas y la imagen me pareció repulsiva. Tragué aire, tratando de paliar mi creciente irritación. Pensé en mandarlo a la mierda entonces, pero algo torpe siempre nos aferra a lo inoportuno e indeseable. Tampoco le veía mayores consecuencias.
-¿Cómo que la has dejao?
-¡Normal, no follábamos na!
-Eh… ¿Qué dices? ¿Cómo te atreves?
-Ponte en mi lugar moreno: me pasé seis meses pajarito, ahora sí, ahora no y más pajas que un sereno. Justo cuando la mando a freír espárragos le viene todo ese amor y se derrite de deseo.
-¡Esas intimidades…! ¡No riges!
-Lo mismito por ese lado. Nada, aire y vela.
-¿Cómo…?
- A tomar per vas nefandum.
-Eh…
-¡Qué cuelgues ya y cortes el rollo!
-¡Que nos veremos las caras!
-Mientras no sean las pollas.
Silencio brusco, respiración agitada, un “este tío esta loco” balbuceado entre disnea. Más lloros histéricos se desgranan de fondo, luego oigo que se rompen cosas.
-¡Suerte tienes que soy un anciano, pero arrieros somos! ¡Mañana por la mañana mi hijo te hará una visita, chulo, a ver qué te cuentas! ¡Es cinturón negro de karate!
-Ya me he cagado encima ¡Que venga, tengo aquí un nueve largo con el cargador lleno!
-¿Cómo?
-¡A tu hijo le pego dos tiros y después me voy a tu casa y os dejo a todos como un colador!
-¡Estás trastornado! ¿Te crees muy fiera?
-¡Me desayuno niños asados cada mañana!
Hay una maldición y el fulano cuelga con violencia. Todavía espero la visita del karateka. Independientemente de la anterior carnavalada, el hecho es que no aprendía de la experiencia, que no asumía, de una vez por todas, que el amor normativo no era lo mío. Continué cazando pelos, un par más, hasta que terminé replegándome en mí mismo para encontrar un poco de felicidad.

   
Perla
2011

La niña era una muñeca preciosa de ocho años, no tengo más palabras para definirla. También era, por toda apariencia, una niña buena: obediente, estudiosa, educada y muy cariñosa, como su madre.
Su progenitura unía su cordialidad y educación a una belleza destacable y, como supe después, a un largo historial de amantes, rollos, novios, supuestos amigos y posibles maridos, mil folleteos desaforados y demás, que la niña contempló día a día, año a año desde que la otra se separó, cinco años atrás.  Para suma de problemas, la mujer le daba demasiado a la botella.
Yo mantenía con ella una relación tortuosa que rompí cuando conocí los hechos mencionados. Pero en ese año de mieles y hieles, observé algunas cosas impropias de una criatura: su insistencia en dormir conmigo, la referencia constante al pene de su padre, tocamientos tímidos y, al final, los ofrecimientos explícitos. Alarmado se lo dije a su madre, la que, como si escuchara el telediario, me respondió que eso era normal en las niñas, que aquello era típico de la sexualidad infantil, que ahora todo iba más rápido, que las nenas se desarrollaban antes y que ella misma, a los once años, ya lo había hecho.
Seguramente le pareció una soflama todo lo que le dije sobre la importancia de los errores educacionales y de los modelos inadecuados en la aparición de trastornos psicológicos y sexuales, obviando tomar ninguna medida. Así que, sin pensármelo dos veces, fui al juzgado de guardia y puse una demanda: las actuaciones correspondientes mostraron pruebas inequívocas de abuso. El proceso concluyó, pero no quise saber el resultado. Ya me encontraba lejos, física y espiritualmente.
Nunca la he vuelto a ver, pero no ha pasado un día en que no me preocupase por ella.


El autómata
2008

Conocí personalmente a la señora de Pérez (aparentemente respetable), pero no puedo dudar de las palabras de Alastor, hombre sin tacha y de rigor intelectual demostrado. Lo que sigue es lo que me ha contado esta mañana, la extraña la historia del autómata.
La recatada señora, asidua lectora de la Argonáutica de Apolonio de Tiana, nunca dejó de impresionarse ante la figura del autómata Talos, gigante de bronce, fabricado por Vulcano, que defendía la isla de Creta. Desvanecida en un arrebol, suspiraba imaginándoselo todo, tan grande.
Así que, cuando su marido murió, mando construir un autómata de tamaño natural, emulando al mitológico griego, y dormía con él. No en todas las partes respetó las proporciones.


Nuevo encuentro con la señora de Pérez
2011


Pero, según la canción, “la vida tiene sorpresas, sorpresas tienes la vida…” Sí, el mundo es un pañuelo, que no siempre envuelve los mismos dulces y si fuera el caso, tienen envoltorios diferentes.
Sí, no se acabó ahí la historia, porque el futuro me deparaba un encuentro singular y del todo inesperado.  Al entrar en el café se movía como una anguila, mirando como quien no quiere la cosa, los ojos brillantes, la boca grande, reventona. De cómic, cuerpo de gimnasio, muchas rectificaciones de todo tipo, una mujer de diseño a sus cuarenta, quizás largos. Rezuma puterío.
Se ha sentado a mi mesa tras pedir permiso educadamente, se me conoce en la zona. Faltaría más, por favor, es un placer. Después la retahíla de dislates ha sido buena. Rematemos el desafuero con unas pocas palabras.
Me contó sus innúmeros y gravísimos problemas con el marido, un gordo asqueroso que la pegaba y que la dejó, sin un duro y  con tres niños hiperactivos, sus infortunios con otras parejas egoístas despreciables que solamente querían pegar un polvo, lo mal que está la gente, que no hay casi nadie con quien se pueda hablar…
Suena una canción de Nacho Cano.
Mira que me lo advirtió mi parapsicólogo, el doctor…, añade.
-¿Doctor?
-Sí, sí, doctor en parapsicología, por la Universidad de Ecuador.
-Ah…
Inspiro lento, pero profundo, me arrellano en el sofá. Noto que me voy agriando. Lo más amablemente posible le digo que ese título no existe y que esa universidad tampoco. Y ella se queda cariacontecida, haciendo mohines imposibles.
Se hace la loca y sigue:
-Mi picoastrólogo me dijo que esta semana tendría aquí un encuentro más que interesante.
¿Otro doctor?... Dice que sí, éste doctor en Psicoastrología, por la Universidad de la Cachimbamba, o algo por el estilo. Yo ya no rebato, me enciendo un pitillo y dejo ir la cosa, a ver hasta donde llega.
Insiste en lo de que el doctor en Psicoastrología le había vaticinado que… Hay una mirada coquetona.
Eso ya lo sabía yo, sin recurrir a abérrimos hermetismos, solo con ver lo buena que está y el juego que tiene en los morros y la lengua.
Me voy a imponer un título de doctor, uno de esos, bien raro y sonoro. Tal como está el estrojamen de la zona, desfaenado y suelto,  igual no paro en todo el año… Mejor no, visto el panorama, es preferible quedarse quieto. En estos perfiles se multiplican las habituales complicaciones y problemas.
Respirar hondo, cortar pronto.
Ese reputón era la conocida viuda de Pérez, que, como después supe, se había follado a media ciudad y parte del país y del extranjero. Aunque la puta se vista de seda, puta se queda.
Fue Eva, una conocida mía, porque amigas no tengo, quien me contó la historia o los hechos de interés de la psicalíptica persona referida, aunque Eva más que un caramelo, que lo era, era una guindilla.
Ella se estira en la butaca y chupa el Winston con su boja roja y golosa. Viste muy elegante, es rubia y, pese a tener estudios y un buen empleo en el cual trabaja a diario con la enfermedad y el dolor, no ha bajado todavía de la nube. Cree ser un ser especial, merecer riqueza y felicidad sin esfuerzo, como su madre la adoctrinó: tenía que agarrar un hombre rico y llevar una vida de multimillonaria.
Es así, por lo que no le ha satisfecho ninguno de sus novios, porque no estaban forradísimos, no tenían mansiones ni yates, ni le daban una vida principesca. Cree que es lo que se merece, pero, aunque se resiste a aceptarlo, sabe también que en estos tiempos con el coño ya no se coloca una.
Le digo que el sentimiento importa y ella se encoje de hombros.
Añade que todas sus amigas se han casado sin amor, que sí que hay cariño, sexo, pero que lo importante es la seguridad, el dinero, el chalet, la buena vida.
Sin que yo diga nada, agrega que ya sabe lo que estoy pensando: que eso es lo que es, prostitución legal, que ella se casaría por dinero y que, la verdad por delante, es como todas, una puta.
No digo nada, acabo de cenar y me voy. Esta noche no ha sucedido nada nuevo.




Felatrix Evaluation
2.012

Historia elaborada a partir de una confidencia de un conocido en el Café Lolas, de Valencia, pasadas las doce de la noche, a tenor de una amiga que le felaba de modo que a él no le parecía adecuado.

En el acto:

“Llevas media hora dale que te pego y me duelen hasta los pelos del culo. Por burra suspendiste la Eso y en esto te pongo cero”.

Tal como me lo dijo lo escribo.




Romantiscismo
2012

Como la anterior, transcripción de una conversación real entre dos amigos en el mismo local sentados en la mesa frente a la entrada, bajo la farola.


-La tía lleva dos meses de mi casa y nada de nada. Le hago comiditas caseras y apenas sonríe, solo se pasea arriba y abajo moviendo al culete, se va a dormir sola, pero dice que me quiere.
-Mmm...
-Ya ves que estoy cachas y que soy guapote, pues ayer mismo me tumbo en el sofa con la tanga de guerra, mostrando medio huevo y la tía pasa, me mira y se pone a chatear con una amiga ¿Qué te parece?.
Su amigo, con el pitillo en los labios, se encoje de hombres y responde, perezoso:
-Psss, de todos modos por ahora follas igual que un casado.
-Estuve a punto de gritarle: “¡Perra, llevas cinco semanas en li caso y aún no me la has chupao!”.
-Ya sabes, el que espera desespera. A lo mejor es que no te quiere.
El cachas se queda con cara de nada.
-A lo mejor es que me quiere de verdad y quiere esperar –responde inane, quebrado.
Hay gente para todo. Ya se apañarán.


La puta, la madre y la puta madre
2.012

Paquito, guapete y ligón, a los veintisiete se echó una novia de dieciocho, una chiquilla del colegio alemán, modosilla, recatada, con todas las buenas apariencias de una niña bien, casi perfecta.  Se le veía feliz con aquella chavalita tan buena, educada y de confiar. Poco a poco la ñiña se fue soltando, pasando de los no podemos a comérselo por los pies. Con ella veía las estrellas.
Solían cenar en casa de su suegra, una viuda cuarentona que aun estaba como un tren, buenorra, una real hembra cuyos ojos rielaban cada vez que se posaban sobre el satisfecho muchacho. Y también la madre quiso tocarlña flauta y era una solista indescriptible, con la que nuestro don  Juanillo de marras y flautas se veía arrastrado a éxtasis insospechados en manos, ano, boca y cuerpo entero de aquella nueva mujer escarlata. Ah, mientras tanto le daban al fornicio como dos posesos, la hija observaba golosa tras los cortinajes, hasta que un día, como una gallinita dislocada, se unió al arrebatado festín y aquello fue la leche en polvo. Sí, donde caben dos caben tres, donde comen dos lo mismo, y donde ofician, más de lo mismo.
Unos días antes de Navidad, sudorosos, exhaustos, desmadejados en la cama después de una orgía impresionante, la madre, en un mohín cómplice y picarón, le dijo a su joven beneficiado, mientras la niñata reprimía con la manita una risita de diablilla:
-¡Ahhhh, esto es sexo! ¡Uf, vaya polvazos!, pero ya verás en Noche Buena, cuando conozcas a mi madre.
En suma, que uno más también cabía, donde comen tres comen cuatro: él, la puta, la madre y la puta madre.

Chicas malas
2010

Muchas veces cada día veo pelotones de fusilamiento, y en cada caso, en treinta segundos mi mente llena la lista de los culpables. No hay cambio sin violencia, pero estos tiempos no lo admiten, el marasmo se prolongará para mal de la mayoría.
Un cliente pide al maître que apague el televisor, tiene razón, a uno se le indigesta la comida cada vez que ve los telediarios. No toleramos la desgracia ajena cuando vivimos un regular. El mundo parece desdibujarse cuando no se le quiere ver. Una ceguera unánime y pocas malas conciencias. ¡Si me hubiese tocado a mí!
En el hilo musical suena Jazz, me gusta, una de esas cosas en las que nunca he profundizado, como en la pintura o en el teatro. De ello no sé nada, una lástima y ya no tengo ganas de emprender el asunto. Pero me agrada mucho.
Acaban de entrar cuatro chicas imponentes, todas morenas, el cabello largo y abundante, siliconadas, con minifaldas de infarto. No me ponen, yo no podría estar con mujeres así. Sin duda son putas y el camarero, poco después, me dijo que no lo sabía a ciencia cierta, que tal vez trabajasen en un club cercano, quizás por si me animaba. No gracias, no se me empalmaría.
No obstante me atraen y las miro con disimulo, están buenísimas. Años atrás no se les habría permitido entrar, pero eran otros tiempos. Mucho caucho, no se me empinaría.
Variada silva de cagadas.
Debe ser patético pasarse el día chupando pollas.
En un principio pensé que eran putas, pero unas semanas después el maître me dijo que se había enterado, supongo que por ellas mismas, que algunas eran altas directivas de empresas señaladas, pero que también una era catedrática de universidad y otra juez.

A big one
2011

Bea y Mila se enzarzan en animadas confidencias en la mesa del rincón más apartado del Cafenet, un pub de la zona. Al otro lado de la ventana, la gente va y viene de Blasco Ibáñez a Explorador Andrés. Se ven muchos niños jugando en el nuevo parque de enfrente. Hay algunos porretas en el local, una chica que se duerme en una mesa solitaria ente un vaso de gin-tonic y un camarero con coleta larga que mira con aire aburrido la entrada.
Son asiduas del local, un clásico de la zona que se llena de gente alternativa, como ellas, a quienes importa una mierda las normas, que van a la suya, aunque muchos tengan papás detrás que les solucionan la papeleta. Bea habla muy rápido, nerviosa, forma ante ella una medida con ambas manos enfrentadas. Ambas son chicas liberadas, pero ése no es un deseo exclusivo de las nuevas generaciones.
Así, susurra, y más negra que un tizón. Los ojos le brilla, la boca acumula saliva y la otra, empujada por una rabia cachonda, hace el ademán de arañarla. Hace tiempo habían hablado de hacerlo, pero Bea se ha adelantado a su amiga y Mila está encendida por la envidia. Dentro, muy húmedo, el deseo la agita. Como son muy amigas, la envidia y la rabieta se pasa y ambas se ríen mucho, rojas, cómplices, guarras. Sí, guarras, porque se llaman guarras, putas, cerdas, como lo hacen hoy los buenos colegas. Bea advierte a la otra que, en la ocasión, vaya con cuidado, que, como es algo estrecha, no le rompan el chocho o la traviesen de parte a parte, porque, a pesar de estar muy buena, es bajita.
No saben, sin embargo, que el record lo tiene un blanco y que hay un pueblo, también caucásico, que descuellan en mucho y que además el racismo contra el que tanto predican no les ronda tan lejos. Racismo y algo más.

Modernos
2011

En un programa televisivo de chistas, sale un muchachote universitario, con aspecto de chico bueno, barbita, gafas, de esos de que uno se fiaría a la primera. El auditorio es variopinto, jóvenes, mayores, abundan las mujeres y él comienza con la aventura reciente de un supuesto amigo, La cosa va de que éste quería conseguir una rollo para pasar el fin de semana y pensó que si llamaba a una amiga y le decía lo que ella quería escuchar, pues acabaría consiguiendo lo que pretendía.
Así, me comentó el colega, sigue el chico bajo las miradas atentas y semidivertidas de los concurrentes, como a las chicas de hoy les gustan los tíos sensibles, la llamé y cuando me preguntó qué hice ayer viernes le dije que me pasé el día llorando, lo que la conmovió y me dijo que la llamara el domingo, que este fin de semana no podíamos quedar. El domingo la llama y al preguntarme qué hice el sábado le dije que estuve todo el día haciendo lo que más les gusta o hacen las chicas en el sábado, me lo pasé chupando pollas… En el auditorio hay caras de todos los colores, sonrisas huecas, risas varoniles abiertas, pero en la cara de las mujeres se dibuja desde un ojo de culo hasta una línea recta. Hace no mucho tiempo lo hubieran capado.

No nos resuelve cómo le fue a su amigo y yo me quedo pesando, más grave de lo que quisiera, qué haré este próximo fin de semana.


Aburrimiento
2005

    -Se está bien aquí. El lugar es bonito.
    -Sí.
    -¿Cómo se llama?
    -Lechuga & Bacon. Se come bien, a buen precio y hay buena gente.
    -¿Quiénes?
    -Los dueños y los clientes que conozco.
    -Una pregunta, aunque sea indiscreta.
    -Dispara.
    -Eres madurito, simpático, inteligente, con cultura y tienes un duro. No entiendo cómo no tienes pareja, ya no te digo aquello de mujer e hijos.
    -Por tedio.
    -¿Te aburrías con ellas?
    -Con todas y cada una, más bien casi al final.
    -Vaya, a lo mejor a ellas les pasaba lo mismo.
    -No, en ningún caso.
    -¿Cómo lo sabes?
    -Me lo dijeron y, además, todas quisieron repetir y alguna repitió.
    -Cuenta, si quieres.
    -¿Más vino?
    -Sí, gracias.
    -La primera, bueno, fue el primer amor. Éramos adolescentes, no teníamos las tensiones habituales de la vida ni las cicatrices de la experiencia. No tuvimos tiempo de aburrirnos. Fue una cuestión geográfica. Era de otro país y se fue o yo me quedé, como quieras.
    -¿Qué pasó con la segunda?
    -En realidad hubieron proyectos inacabados, oportunidades que no aproveché por ciertos motivos. Son esas mujeres que uno siempre recuerda, las más deseadas, que acompañan permanentemente a la iconografía masturbatoria.
    -¿Hubo muchas?
    -De lo que nunca tomó encarnadura, dos, bueno, ahora que me acuerdo, cuatro.
    -Vaya, vaya.
    -La segunda, era bastante más joven que yo, una chica bonita y muy fogosa. Pese a su lubricidad irrefrenable pretendía el don de la decencia y no se sentía tranquila haciendo el amor fuera del matrimonio. Decía que le encantaba oírme hablar y demostraba intereses intelectuales, pero, al final, no se enteraba de nada y lo hacía más para complacerme que en función de una necesidad personal. Pese al buen sexo, me aburrí.
    -Tienes razón, el sexo no es suficiente.
    -Con esta repetí diez años después. El sexo fue mejor, los complejos permanecían y el final fue el mismo.
    -A veces el tiempo no cambia lo esencial.
    -Exacto. La tercera era mayor que yo, tenía mucha pasta y una soberbia equivalente. También tenía pretensiones intelectuales, pero además de superficial era temulenta.
    -¿Temulenta?
    -Borrachuza. Al final, hubo mucho sufrimiento y aburrimiento.
    -¿La otra?
    -Bien, mediando unos escarceos inconsecuentes, con la cuarta me movió más el deseo de conquista que otra cosa. Había sido un caso difícil para otros hombres, por su carácter duro, producto del miedo al desengaño amoroso. Ella deseaba lo básico de la vida y eso a mí no me satisfacía. Como siempre, me dije un día qué hacía viviendo con ella, me aburrí y me fui.
    -Buen palmarés.
    -No está mal, si bien hubiera podido ser más amplio. Antes de llegar a los cuarenta tuve otra relación seria. A partir de esa edad le puse mente a la méntula, razón a los impulsos, y decidí quedarme con los libros, que todas odiaron indefectiblemente, porque tenía más interés en ellos que en ellas, los vivieron como sus competidores.
    -¿Seguro?
    -Al cien por cien. Todas mis mujeres odiaron la cultura porque era lo más importante en mi vida.
    -Esa no tiene porque ser una regla general.
    -Puede, pero lo dudo. Bueno, la siguiente era también una buena chica, sencilla, que mantenía conmigo algunos intereses, como el cine, aunque pesaba mucho más la necesidad de tener hijos y una familia estable. Es normal, las mujeres buscan del hombre dinero e hijos. Después de eso el hombre deja de existir.
    -No tienes porque estar en lo cierto.
    -Pienso que sí, pero da lo mismo. La conclusión es que con ella también me agobié y me aburrí.
    -Creo que habrás pensado que a lo mejor el problema está en ti.
    -No es un problema, uno es como es. Siempre me he sentido un extraño en el mundo, alguien que ha sido arrojado a las llamas del existir y no se siente cómodo en ningún momento ni lugar. Lo único que ha dado significado a mi vida ha sido la literatura, ampliamente entendida.
    -De todo hay en el mundo.
    -Así es. Para mí el hombre evolucionado es solitario, una soledad relativa que no puede prescindir de los pares.
    -A lo mejor complicas demasiado las cosas. La vida puede ser más sencilla.
    -Seguro, pero no me interesa ese modo de vivir... A propósito, me has dicho que te llamas María, ¿María y qué más?
    -María Sosa, en serio, y soy, además, aburrida. Ellas se pusieron una máscara para conquistarte, intentaron mostrarse como no eran y, al final, te pudo el hastío. Yo soy sincera y además de aburrida soy también otras cosas, que quizás puedan interesarte. Es cosa tuya.
    -Mejor no, prefiero no aburrirme.
    -¿Seguro?
    -Si, amigos, es lo más importante. ¿Otro vino?
    -Sí.

Paidos love
2011


Don Augusto Mompart, de sesenta y un años, gran vividor y personaje destacado en nuestra patria al despertar el siglo XX, se iba a casar con una delicada damita de veinte años, que se pensaba tendría bastantes menos. Una cincuentona, que le pretendía desde hacía tiempo, le reprochó arrecha el que le gustasen las jovencitas, a lo que el bribón repondió:
-Prefiero saltar de cuna en cuna que de tumba en tumba.
Así era don Augusto, el hideputa.


Hacedores
2008

En un castillo umbrío un viejo sabio creó un humanoide que en vez de manos tenía tijeras y lo llamó Eduardo Manos-tijeras. Era un ser melancólico y, pese a ello, consiguió congeniar, durante un tiempo, con la gente del pueblo vecino del valle e incluso enamorarse. Pero nunca se adaptó a las costumbres humanas y numerosos accidentes desafortunados causados por su filosa anatomía le propiciaron el rechazo de todos, incluso de la hermosa joven que amaba, Por dicha razón sigue penando solo en el desolado castillo, que heredó tras la muerte de su padre humano.
Por el mismo tiempo, en una fortaleza recóndita, otro sabio creó no un humanoide, sino un mutante, un ser muy parecido al hombre (demasiado hombre), salvo en una condición. En sus manos, en vez de diez dedos, tenía diez pollas, de distinto tamaño, pero todas ellas vigorosas y de cabezas relucientes y por cuya razón fue llamado Eduardo Manos-penes. Nunca estuvo solo, cautivando a muchas mujeres de la comarca e incluso del país (y a la misma Reina, cosa que no se dice) y poseyó un gineceo que fue envidiado incluso por el Gran Turco.



Afilados
2008

Estábamos cenando mi amigo y yo en la terraza de un bar de una zona poco conocida de París. Se llamaba Clarise y se metió sin más en nuestra conversación. Al poco, vimos que estaba loca. Bebía como un cosaco y su violencia verbal resultaba alarmante. Todo se lo tomaba a mal y tampoco nosotros nos libramos de sus invectivas. El propietario tuvo que llamarle la atención y al fin pareció tranquilizarse. Se derrumbó en un llanto desconsolado que mi buen compañero se apresuró a confortar. Comencé a anticipar lo peor.
    Muy propio en él, Amadeo insistió en llevarla a casa. A la mañana siguiente su madre me llamó. Estaba alteradísima. Había encontrado a su hijo en la cama, flotando en un charco de sangre. Le habían sajado el cuello de oreja a oreja y presentaba múltiples puñaladas por todo el cuerpo. No se encontró la polla.
    Después, la policía me interrogó, ya que yo era el último que había estado con el finado. No les dije nada de ti. Ahora te buscaré, perra. Y ya verás que sorpresa te tengo reservada, lo que guardo para ti en mi maletín.


Derrotado
2011

Un hombre con apariencia menoscabada se sienta frente a mí. El ínclito Alamar. Aunque no tiene nada que ver, me ha recordado al viejo Castells, que se me enamoró, dijo, a causa de mi virilidad. Soñaba con un chico fuerte que le sodomizaba en los lavabos de una discoteca. Le aterrorizaban las proporciones de su miembro, pero la eclosión final de placer era tremebunda y justificaba de sobras el trance. Algo indescriptible. Una boca de vicioso, abundante, húmeda. Viejo bribón. Enrojecía un poco cuando decía lo del placer indescriptible y miraba con ojos velados por un fingido pudor. Si tú quisieras. Yo tenía treinta y tres años y él me miraba siempre con ojos invitadoras. Callar y pasar.
Un poco más de vino, sí.
Todo comenzó cuando su secretaria, una chicuela de diecinueve años (el iba para los sesenta y tres), se lo llevó a la cama y le saeteó con la lengua los pezones. Nunca anteriormente le habían acariciado así y de esta suerte, dijo, se despertó algo oculto, se sintió muy femenino, muy vulnerable, como una niñita penas salida al bosque de la vida. Solo le faltaba que apareciese yo, suspiró. Nos presentó un amigo y desde ese día iba por las calles ocultando unas braguitas bajo el pantalón, en erección permanente. Añadió que le daba mucha vergüenza contármelo, pero que era algo tremendamente excitante y qué gusto se daba cuando se tocaba con las braguitas puestas.
¡Que raro, con lo que me han gustado siempre las mujeres! No sé, no sé, Castells. Haz memoria, ir para atrás, encontrar tal vez algún recuerdo que mataste. Intentó besarme junto a la nevera, cuando le ofrecía un refresco. Para, collons, no me va eso. Entonces ya llevaba las braguitas loliteras. Hasta que le dio un infarto y en urgencias le desvistieron, revelándose el secreto, aquel blanquísimo algodón con piolín y todo. Fue su mujer a verlo, andaban ya un poco mal, y supongo cómo acabó la cosa. Pero supe que ahora vive en Barcelona, posiblemente con ella. Era una mansa. Me volviste loco. Un catalán que habla castellano.
Un te quiero apenas susurrado y un gesto triste, empañado.


Ni padre, ni madre, ni perro
que me ladre

2011


Como cada sábado, mi amigo y yo vamos de putas. Normalmente tomamos unas copas y ya está. Uno ya va entrando en años y, a estas bajuras, no hay que hacer excesos. Follar nos cansa. Vale más ir a cualquier parque de Valencia y ahí se puede encontrar una guarrilla que por un cubata te la chupe. Es así, directo y ya está. Hace diez años esto hubiera sido impensable, peo ahora, en el llamado maravilloso siglo XXI,   todo está tan tirado que quien no mete debe estar hecho a pedazos, como el monstruo aquel de la película. Joder, no me acuerdo del nombre, ya se me está yendo la pelota… Además, ellas ya lo aprenden de sus madres, que son peores. Es normal, no pueden salir de otro modo si ven circular por sus casas cada semana un montón de tíos. De tal putón, tal putilla. Son todas unas guarras. He de ser sincero, no puedo con estas cosas, me ponen enfermo. En el fondo, si soy sincero, no sé que hago aquí, como cada sábado de cada fin de semana. Me dejo llevar por el cabrón de mi amigo, es preferible a quedarse sobando en casa. Sin embargo, siempre termino mal.
A las tres de la madrugada hemos salido del club. Ya íbamos medio entonados, pero él estaba en condiciones para conducir. Volvimos a Valencia, dejando atrás una noche de gente perdularia y ambientes de mierda. Todo está envilecido, Valencia ya no es lo que era, se ha convertido en un estercolero.
Hace un frío de cojones, el rocío empapa lo coches, las plantas y los árboles, y ese tumulto de zombies que van con las litronas arriba y abajo por el parque de Blasco Ibáñez me provoca náusea. Los pafetos han cerrado hace más de una hora, pero hay un botellón impresionante en la Plaza del Cedro. Hay tipos extranjeros vendiendo alcohol a los niños. Mi amigo para en un paso de cebra, un buen frenazo. Un grupo de niñatas con vasos de plástico atiborrados se han metido de repente delante del coche y han estado contoneándose y riéndose, y chillando idas el tiempo que han querido, como lo que son, perras. La que más tendrá doce ¿qué hacen a estas horas en la calle, dónde están sus padres? Este país se ha degenerado, no hay orden, por lo tanto no hay libertad, solo apariencias, consumo y descontrol. Agradezco al cielo no haber tenido hijos, porque para los padres normales debe ser un malvivir tener en casa adolescentes o, peor aún, preadolescentes.
Mi amigo lleva casado treinta años y hace veinticinco que su mujer no le hace una mamada, de novios sí dice, pero una vez tuvo a la cría se acabó la fiesta. Se afirma y no es mentira que para no tocar bola uno debe tener familia. Ya saben, aquello de follas menos que un casado… Por eso, a la semana de volver de su viaje de bodas (vacío de contenido), mi amigo, que además es católico y practicante, ya estaba en el Romaní o en el Ciervo, haciendo de las suyas, hasta que le dio el primer infarto y tuvo que ir la parienta a recogerlo porque estaba de urgencias en el Clínico. Un fulano le cogió el móvil y buscó en la agenda y vio “mujer” y va y llama, el muy hijo de puta, y le dice que su marido está infartado en tal casa de putas de tal lugar e inmediatamente desaparece, el muy mierda. Este es un país de cainistas y cobardes proverbiales. Vaya putada. Esta vida es un disparate.
Los cafés normales, el Lola, el Cafenet, Colores, La Cruz del Sur…, han cerrado hace tiempo, pero hay un montón de juventud por las calles, una fauna desmadrada, intoxicada y sin porvenir. El sistema, el mercado, los políticos, y una caterva más de hijos de puta les han robado la infancia, la juventud, el mañana. Mejor no ir por ahí, cuando pienso en eso me pongo enfermo. Joder, hay un tío jiñando entre dos coches. Deja ahí el zurullo y se va, seguramente con los calzones cagados. A eso hemos llegado, si yo mandase esto lo acabaría en dos semanas, aunque me matasen al día siguiente a navajazos.
Aparcamos en un sitio que providencialmente está libre. Le digo al “Bartolo” (no se llama así, claro; tal vez Francisco de Asís como muchos hombres buenos de este país) que suba la calefacción y prendo un pitillo. Me duele la cabeza, pero aún puedo aguantar unas horas más. A mi nadie me espera en casa, ni a él tampoco, ni falta que hace. Se ve bastante gente joven en los alrededores, agrupados como hienas a la puerta de los lugares de “marcha” cerrados ya, pero también se ven desfilar numerosos coches, yéndose a otra parte, tal vez para continuar la fiesta en los peores ambientes.
Alguien golpea el cristal del lado de mi amigo. Unos golpes raudos, pero propinados por unos nudillos pequeños.
Afuera tirita una jovencita, una aparición, no virginal por cierto, a tono con aquel muladar. La miro de reojo, parece un ángel, un ángel oscuro y perdido. Con esa faldilla casi se le ve el coño. Así van, medio desnudas, con la que está cayendo. Me dejo llevar por la situación, afino la vista. Es tetona, en una escala de uno a diez, le pondría un ocho largo. El pelo es lacio y negro, le llega casi hasta el culo. Boca grande, cara de niña, poco más de… Dios, menuda mierda. Va colocada y con el tiempo acabará en el arroyo o algo peor.
El cabrón de mi amigo baja la ventanilla y oigo que la putilla le dice que por diez euros nos hace un francés, que lo hace de puta madre, que le gusta mogollón comer pollas. El hijo de puta le abre la puerta de atrás y sale. Yo no puedo más y me alejo de allí, para tirar las papas en cualquier rincón oscuro de aquel parque de sombra y desconsuelo. 

Pepa la vampiresa
2011

Su principal meta en la vida era tener marido e hijos, una familia normal, ser una mujer decente. Pero su interior la empujaba a la concupiscencia, algo que la espoleaba desde casi niña y que no podía orillar. Todo en ella exhalaba sexo, el abundante pelo castaño, su pecho túrgido, su cuerpo perfecto en fin, las aguas dudosas de su mirada, su boca, siempre arrebolaba y con una leve pátina de humedad, la hidrosis de un Eros enfermo… Aunque se obstinase en no serlo ni parecerlo, Josefina A. era putísima.
Se casó claro, pero la pudo el incumplimiento de sus débitos maritales. Primero fue una adultera de pensamiento, después de obra amplia, hasta el día descontrolado en que depositó con un beso el semen de otro en la boca de su cándido marido. Posteriormente intentaría matarlo varias veces sin conseguirlo, y antes, con la participación de unos fulanos, lo habían narcotizado y sodomizado como a un pelele, mientras ella copulaba en la misma cama con otro, dando rienda suelta a su obscena sexualidad.
Durante unos años más el matrimonio siguió con apariencias de normalidad, mientras el marido, hombre de proverbial debilidad, languidecía a ojos vistas y se esquilmaba a pasos agigantados el nada despreciable patrimonio familiar.
Ella murió en un manicomio a los noventa y seis años, cincuenta y seis después de que su marido dejase este berenjenal por la vía rápida. No fue porque una vez le comiese el pene como una perra, haciéndolo sangrar con sus dentelladas salvajes por lo que más de uno afirmaría que pepa era una vampiresa. Fue por todo lo anterior.
Sin embargo no era una auténtica vampira, aunque se le parecía bastante.


La belleza, el paroxismo y la muerte
2006

Las evocaciones del arte pueden ser múltiples y asombrosas. En relación con el aserto anterior, referiré una historia que me contó don Patricio del Toro y Godoy en un café en el que habitualmente nos reuníamos los viernes por la tarde. Dijo, cosa en la que ahondaré ulteriormente, que dicha historia era real y, además, refleja palmariamente el título de este relato.
    Sucedió en una región septentrional del país, donde se cree todavía en duendes y hadas y promediaba el siglo XIX; la cosa se refería, como tantas veces, al amor entre un hombre y una mujer, si bien los hechos y circunstancias de su relación se tiñeron de matices, como poco, sorpresivos.
    Ella se llamaba doña Natividad Gante Islandia y era de buena familia. Había sido educada en la tradición, recibiendo una educación, por lo demás, amplia y exquisita. Contaba por entonces veintidós años y, aunque tuvo muchos pretendientes, ninguno la satisfizo.
    De todas las mujeres que su abuelo paterno conoció en vida, solo una llegó a impresionarle vivamente y era la señorita referida, por cuanto unía a una beldad radiante una fuerte inteligencia, que resultaba casi ofensiva. Conocía en profundidad la filosofía de los clásicos, dominaba la literatura inglesa y los credos de la filosofía oculta no le eran ajenos. En la heredad paterna, un soberbio palacete medieval, se reunían frecuentemente los intelectuales de la comarca y también las suntuosas cenas y los galantes bailes de salón se hicieron famosos en su tiempo.
    -Mi abuelo era contertulio habitual y por ello resulta totalmente fidedigno cuanto dejó escrito en su diario sobre los hechos ocurridos.
    Del Toro enmudeció para encender un pitillo. Después continuó diciendo que doña Natividad era una joven esbelta, hermosísima, de aire seductor, la tez un tanto morena y el pelo ondulado y salvaje, las formas del cuerpo divinales, la mirada oscura y misteriosa, como la de una princesa cíngara. Pasó buena parte de su niñez y adolescencia en Francia e Inglaterra, pero fue en este último país donde echó sentimentales raíces, al cual amó sobre todo por el verbo de sus poetas y al que nunca abandonó en el alma, pese a verse obligada a vivir en tierras latinas por cuestiones de herencia. Ocupó la casa familiar a la muerte de sus padres y, según se decía, su fortuna era notable. Las preocupaciones económicas que agobian a la mayoría de los mortales le eran cosa desconocida y, con todo ello, en su persona se concitaban aquellos atributos que la hacían una de las mujeres más codiciadas y deseadas de la provincia.
    -Amargo, hay sucesos sorprendentes e incomprensibles en suma medida, aunque se les de una explicación plausible -repuso del Toro-. Deja que te cuente.
    Con la otra parte, el hombre, mantuvo su abuelo relaciones comerciales durante más de una década. Empero, pese a que mantuvieron trato durante ese tiempo, razones diversas -entre ellas, y no la menos importante, la incompatibilidad fundamental entre gustos y caracteres- impidieron que les uniera el vínculo de la amistad.
    -Una esperanza vana se hilvana en cada vida -añadió mi amigo con su habitual aire grave y sentencioso-, pero nunca se teje: la de la propia felicidad. Hay, sin embargo, maneras que la posibilidad y el acierto prodigan al hombre para que obtenga parte de los dones y disfrute, aun siquiera parcialmente, de esa dicha anhelada, de ese máximo deseo. Mi abuelo lo busco en la sabia biblioteca y él, don Martín Gracia del Hierro, nuestro hombre, en la noche promiscua.
    Aunque cumplidor en el trabajo y serio en los negocios (posiblemente porque la unión con su abuelo le era provechosa y éste no le quitaba ojo), con el tiempo se supo cómo era en verdad, un hombre protervo y fementido. El antecesor de del Toro nunca pudo comprobarlo de manera fehaciente, pero más de un rumor apuntaba a que Gracia debía buena parte de su fortuna al tráfico de esclavos y que, en su negro palmarés, se incluía más de una muerte.
A Martín Gracia se le podía considerar, en principio, un hombre normal, educado, gallardo, a excepción de aquel “mal” que describiera un insigne escritor francés (del cual hablaremos posteriormente de una manera más lata) y de su adacción casi vesánica a la vida libertina y de disolución. Su abuelo sabía de sus excesos, pero éstos se daban en las jornadas festivas y, por lo general, se realizaban de modo discreto. Incluso se comentó que, en las horas disipadas y al amparo de la noche de los barrios de mal nombre, frecuentaba a personajes de torcida bizarría. De cualquier forma, las relaciones comerciales, discurrían de forma satisfactoria y era eso lo que interesaba a don Raimundo del Toro, que así se llamaba el abuelo de mi amigo.
    Otro hecho sorprendió a don Raimundo y le inquietó en buen grado. Ocurrió en uno de sus viajes a Grecia, país en el cual tenían establecidos algunos negocios. Durante una jornada de ocio, visitaron el Partenón y, entonces y de modo inexplicable, don Martín manifestó durante toda la estada un estado de gran nerviosismo, sufriendo una crisis nerviosa, con un fuerte componente de malestar precordial, por lo cual le llevó a un servicio de urgencias. Allí se le administró un sedante y se le retuvo, en observación, durante unas horas. Después salieron y continuaron con sus actividades mercantiles, sin que se le apreciase ninguna alteración o secuela. Don Raimundo le preguntó al respecto, pero don Martín le contestó que no deseaba recordar el trance sufrido. Ante su negación, si bien se sentía preocupado, el prócer no insistió.
    En otra ocasión, esta vez en Venecia, después de cerrar unos negocios beneficiosos, decidieron visitar la Galería de la Academia. Mientras caminaban hacia el edificio, don Martín comentó que se notaba extraño, como si se sintiera fuera de lugar. El abuelo de mi amigo le aconsejó que se retirase a descansar al hotel o, en todo caso, que fuesen a visitar a un médico; pero su socio decidió entrar y ante la monumental Cena en la casa de Leví, cuadro de Veronés, sufrió un intenso acceso de angustia, sensación de vertiginosidad, fuerte taquicardia y sensación de muerte inminente; en ese momento, estalló.
    -¡Toda esa belleza! ¡Me enajena!-gritaba el fulano, fuera de sí, golpeándose atrozmente la cabeza con ambas manos.
    El desenlace de este suceso fue el mismo que en Grecia y, como entonces, el abuelo de don Patricio no obtuvo satisfacción para sus preguntas. Estos eventos han sido relatados por su relación con el resto de la historia que se detallará inmediatamente y también por lo mucho que tienen que ver con las conclusiones que expongo al final de este escrito.
    Lo que en este lugar nos interesa es que el señor Gracia del Hierro y la señorita Gante Islandia se conocieron un indeterminado otoño, en las cenas de gala y los bailes que se celebraban en casa de aquélla, a uno de los cuales fueron invitados tanto él como don Raimundo, principalmente por la relación familiar que ella mantenía con este notable y también, ciertamente, pese a los insidiosos comentarios, porque don Martín era un personaje destacado en las finanzas de la región.
    Su presencia y su conducta infamaban la vida nocturna de la pequeña ciudad de provincias, hasta el momento en que la conoció. Entonces, su comportamiento fue impecable. Tenía donosura y carisma, y se había propuesto conquistar su corazón; apenas la vio, Gracia se encandiló con su belleza y porfió en poseerla para sí. Le habló abiertamente sobre ello a don Raimundo, asegurando que sus intenciones eran honestas y que ya no era dueño de su corazón. Confesó que apenas podía dominar el crescendo de su furor pasional y más de una vez, sorprendido, el anciano le descubrió mirándola con aquel alarmante aire de contención y apetencia insana, oculto tras un pesado cortinaje, como un lobo al acecho, mientras ella, durante aquellas veladas musicales deliciosas, bailaba con gracia a los sones de algún vals o de un minué.
    Para sorpresa general, don Martín comenzó a frecuentar la casa y, poco después, se les vio juntos en algún restaurante de la ciudad. Amigos y allegados la previnieron en contra de aquel hombre de cuya proximidad, decían, cabía esperar lo peor. Sea como fuere, por una de esas insólitas conclusiones de la vida, el malfamado cortó la flor, la bestia cautivó a la bella.
    La boda se celebró y el viaje nupcial se proyectó para la misteriosa India. Pero no llegaría a realizarse y aquella primera noche representó el principio y el fin. En el tálamo nupcial, apenas la Venus se desvistió, el marido quedó obnubilado ante la contemplación de aquella perfección hecha carne y el paroxismo pasional dio paso a la destrucción. Algo, dijo después, se había roto en su interior y, en los momentos sucesivos, no recordó nada, solamente el calor de sus manos fuertes estrangulando un cuello de cisne, cuando el furor demoníaco se extinguió y le permitió ver la hecatombe con los ojos del hombre.
    -Eso es lo que sucedió -concluyó del Toro-. Hay cosas en el mundo que no debieran propiciarse.
    Adicto como soy a saber el porqué de las cosas, después de que mi amigo me contara la historia, investigué el asunto con pormenor y comprobé que el mal de que me habló y que don Martín responsabilizó de su desmán no era otro que el denominado Síndrome de Stendhal.
    En efecto, Marie Henri Bayle, conocido por la historia como Stendhal, gran escritor francés, nacido en 1.783 en Grenoble y autor, entre otras obras importantes, de la Cartuja de Parma y de Rojo y Negro, vivió una infancia atormentada y una adolescencia aún peor, aunque posteriormente se caracterizó por su pasión por el lujo, el dandismo y la galantería. Falleció en París en 1.842. En lo que aquí interesa, cabe decir que en su diario de viajes, Roma, Nápoles y Florencia, que vio la imprenta en 1.817, comenta que en Florencia visitó la iglesia de Santa Croce (Santa Cruz), donde se guardan las tumbas de grandes artistas italianos. Ante estos soberbios monumentos y también por la significación implícita de aquellos grandes hombres inhumados allí, experimentó un conjunto de síntomas que incluían vértigo, taquicardia, astenia y desorientación. Esta especial reactividad emocional la experimentó en diversas ocasiones en sus viajes a lugares impregnados de historia y de belleza y, como se ha visto, escribió sobre ello y el cuadro paroxístico recibió su nombre.
    Sobre el Síndrome de Stendhal se ha escrito poco y existe exigua información rigurosa, mucho menos estudios controlados. He revisado toda la literatura existente, desde Freud a Magherini, y no se aclara mucho sobre eso que se refiere como una compleja elaboración mental donde la persona que admira una obra de arte pierda el control de esa forma tan especial. Recientemente se ha descrito en los periódicos algún caso donde se ha dañado una obra de arte, casos que pueden representar uno de los extremos en los que el cuadro pueda manifestarse... Y ahora me pregunto, cuestión que se relaciona íntimamente con la desgracia que se narra en estas páginas, ¿no cabría admitir una reacción semejante o aún mayor ante la humana belleza?
    En don Martín Gracia del Hierro, inextricablemente, a la dicha del amor se unió el dolor de la pérdida del ser amado y la culpa por un acto irreparable. Fue, dijo ante el juez, la belleza y la pasión lo que trajo la muerte y la tristeza. Una interpretación romántica del suceso impondría la hipótesis de que, efectivamente, la belleza le desbordó y enajenó sus actos hasta el límite del homicidio. Por su parte, el forense limitó el asunto a los desafueros esperables en una personalidad psicopática. No sé, a ciencia cierta, cual será la respuesta y, para mi eterno fastidio, nunca la tendré, porque, de todas maneras, la verdad de estas cosas se la llevó el garrote.






















Salvador Alario Bataller

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OBRA PUBLICADA A)CIENTÍFICA: 8 libros de Psicoterapia y Sexología (editorial Promolibro, valencia). 36 artículos especializados en diversas revistas (redactor de Cuadernos de Medicina Psicosomática y Psiquiatría de Enlace, www.editorialmedica.com, y los artículos y otros textos se relacionan en la web). B)NARRATIVA: “La conciencia de la bestia”, edición privada, finalista (de los 15 finalistas) del Premio Planeta de Novela de 1997. “La ciudad desvanecida”, relato seleccionado por concurso de la revista Escribir y Publicar en su editorial Grafein Ediciones, Colección Escritura Creativa, integrante del volumen de cuentos ASI ESCRIBO MI CIUDAD (2001). “Descensus ad Inferos”, lo mismo que antes, pero este cuento pertenece al libro de cuentos “32 MANERAS DE ESCRIBIR UN VIAJE” , Grafein Ediciones (2002). “Maltidos. La Biblioteca olvidada”, Iván Humanes Bespín y Salvador Alario Bataller, Grafein Ediciones, Barcelona, (2.006). "101 coños, Ilustraciones y breves" (2008), Carlos Maza Serneguet, Salvador Alario Bataller e Iván Humanes Bespín. Ilustraciones de Vanesa Domingo Montón, Grafein Ediciones, Barcelona. "Antología Iberoamericana de MIcrorelatos" (2008),coautor, Ediciones Lord Byron, Madrid (en prensa) La acre lácrima (2006), novela, en http://www.lulu.com/alario7 Un estudio crítico del Necronomicón Apócrifo (2006), ensayo, en http://www.lulu.com/alario7 Las aventuras carpatianas del profesor Exhorbitus (2006), novela, autoedición, en http://www.lulu.com/alario7 Astrum Argentum . La vara del mago (biografía novelada de Aleister Crowley) (2006), novela, en www.lulu.com, en http://www.lulu.com/alario7 El murciélago monstruoso (2006), novela, en http://www.lulu.com/alario7 Nunca volví de cuba (2007), novela, en www.lulu.com, http://www.lulu.com/alario7 Cuentos en www.narrativas.com: Espejos (2007), Los pequeños (2007). La angustia última (2008). Lo que trajo la noche (2008). OBRA INÉDITA: Las nocturnidades de don Arturo del Grial, (2002), novela. Los ojos del moro (2003), novela. El doctor amor y las mujeres (2006), novela. La trama sináptica (2007), novela. Historias de amor, muerte y trascendencia (2007), novelas (dos novelas breves relacionadas). Los estados intestinales (2007), novela. Cuando cazaba pelos (2008), novela breve Cuentos completos (1999-2008) Blogs: http://clinica-psicomedica.iespana.es http://alario1.blogspot.com http://undostrescuentos.blogspot.com http://undostrescuentos2.blogspot.com http://elloboylaluna.blogspot.com http://lasnocturnidades.blogspot.com http://nohaymentesincerebro.blogspot.com
 

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