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AMORES MESMÉRICOS
Uno...
Nuevamente estoy aquí, a su cuidado, en sus manos. Me sonrió, como cada semana; después me dijo que me tendiera, que cerrara los ojos. Enseguida oí el chasquido de su mechero al cerrase e inmediatamente después, su voz sabia y serena, creciendo, disminuyendo.
Dos...
Inerme, anhelante, me siento laxa, más y más profundamente relajada. Ah... se está bien aquí.
El exterior, ese mundo de gente anónima, de asuntos extraños, palidece, un eco robado al tiempo.
Al principio era solamente unas señas, en una tarjeta profesional; Doctor, etc. Un desconocido después, seguido de un creciente bienestar, la confianza, el interés, el deseo, la duda, la esperanza, y ahora todo.
Tres...
Su voz me tranquiliza y me debilita, me fascina. Algo en mí se desvanece; no es mi voluntad, la tengo en exceso. Algo crece a su vez con fuerza, desde mi vientre, eso que llevo en la sangre, áspero y suave a la vez.
Cuatro...
La semipenumbra me envuelve y me tranquiza, disimulando esa pátina de rubor inevitable. Siempre me altera un tanto al principio: ahora percibo el acalorado bombeo bajo el pecho, el ardor en la piel y esa humedad me trae el olor primitivo, borborigmo posible del deseo satisfecho, la rúbrica primera de mi feminidad.
Cinco...
Como cada vez, su mano cálida, lívida y fuerte se posa sobre mi frente. Una figura blanca, unos ojos azules. Su nombre, un nombre viril. Mítico, Víctor, con K, no de Ginebra.
Seis...
Lentamente, profundamente... Como siempre, él no lo sabe, tengo los ojos levemente entornados. Aunque tema dejarme ir, acabará sucediendo, pronto me tendrá en sus manos. Apenas le distingo cuando se aleja, una gestalt alba sobre un fondo denso, rojoáureo, de libros antiguos, los soberbios volúmenes médicos, el oro del espíritu, el fuego de su vida. Yo tengo una joya para él, roja y ardiente también. Oh... ven
Siete...
Relajada, muy relajada, profundamente relajada... Aquí, en el vasto diván me siento a su merced, inmóvil y silenciosa... Si él quisiera.
Ocho...
La paz, la curación, su voz. La adoro, le adoro. Los dos en el tálamo del amor. Mi rosa en la cama. Oh... sí, ven.
Uno...
Nuevamente estoy aquí, a su cuidado, en sus manos. Me sonrió, como cada semana; después me dijo que me tendiera, que cerrara los ojos. Enseguida oí el chasquido de su mechero al cerrase e inmediatamente después, su voz sabia y serena, creciendo, disminuyendo.
Dos...
Inerme, anhelante, me siento laxa, más y más profundamente relajada. Ah... se está bien aquí.
El exterior, ese mundo de gente anónima, de asuntos extraños, palidece, un eco robado al tiempo.
Al principio era solamente unas señas, en una tarjeta profesional; Doctor, etc. Un desconocido después, seguido de un creciente bienestar, la confianza, el interés, el deseo, la duda, la esperanza, y ahora todo.
Tres...
Su voz me tranquiliza y me debilita, me fascina. Algo en mí se desvanece; no es mi voluntad, la tengo en exceso. Algo crece a su vez con fuerza, desde mi vientre, eso que llevo en la sangre, áspero y suave a la vez.
Cuatro...
La semipenumbra me envuelve y me tranquiza, disimulando esa pátina de rubor inevitable. Siempre me altera un tanto al principio: ahora percibo el acalorado bombeo bajo el pecho, el ardor en la piel y esa humedad me trae el olor primitivo, borborigmo posible del deseo satisfecho, la rúbrica primera de mi feminidad.
Cinco...
Como cada vez, su mano cálida, lívida y fuerte se posa sobre mi frente. Una figura blanca, unos ojos azules. Su nombre, un nombre viril. Mítico, Víctor, con K, no de Ginebra.
Seis...
Lentamente, profundamente... Como siempre, él no lo sabe, tengo los ojos levemente entornados. Aunque tema dejarme ir, acabará sucediendo, pronto me tendrá en sus manos. Apenas le distingo cuando se aleja, una gestalt alba sobre un fondo denso, rojoáureo, de libros antiguos, los soberbios volúmenes médicos, el oro del espíritu, el fuego de su vida. Yo tengo una joya para él, roja y ardiente también. Oh... ven
Siete...
Relajada, muy relajada, profundamente relajada... Aquí, en el vasto diván me siento a su merced, inmóvil y silenciosa... Si él quisiera.
Ocho...
La paz, la curación, su voz. La adoro, le adoro. Los dos en el tálamo del amor. Mi rosa en la cama. Oh... sí, ven.
Nueve...
Ven... Ven.
Diez...
No quiero dormirme, aunque siempre me dejo llevar con deleite. El tiempo no existe, solo la ocasión y mi sueño.
El arrullo de su voz se acerca. Ahora, cerca, la fuente de su virilidad.
Después, nunca adivino cuánto tiempo ha pasado en realidad, me ordena volver, dejar esta lúbrica intimidad insatisfecha. Arriba, al pórtico de la vida común, nunca colmada.
Diez, nueve, ocho...
Abrir los ojos lentamente, los espejos de mi frustración. Esta cede después poco a poco, len-ta-men-te... Ya me siento bien. Cinco minutos más y esperaré con ansia una semana más. Su proximidad me da vida y me entristece. Una semana más para ir al fondo de mi sueño... Sé de su deseo, de su turbación, ese aire de contención que mal disimula cuando me habla, cuando me mira.
Adiós... Adiós...
El leve toque de su mano al despedirme, la promesa de su aliento. Me precede en el pasillo. Paredes forradas de libros, la piel de su casa, como la mía que guarda para él el alfabeto del amor.
La próxima vez quizás, si nos lo permitiéramos, si nos atreviésemos.
Diez...
No quiero dormirme, aunque siempre me dejo llevar con deleite. El tiempo no existe, solo la ocasión y mi sueño.
El arrullo de su voz se acerca. Ahora, cerca, la fuente de su virilidad.
Después, nunca adivino cuánto tiempo ha pasado en realidad, me ordena volver, dejar esta lúbrica intimidad insatisfecha. Arriba, al pórtico de la vida común, nunca colmada.
Diez, nueve, ocho...
Abrir los ojos lentamente, los espejos de mi frustración. Esta cede después poco a poco, len-ta-men-te... Ya me siento bien. Cinco minutos más y esperaré con ansia una semana más. Su proximidad me da vida y me entristece. Una semana más para ir al fondo de mi sueño... Sé de su deseo, de su turbación, ese aire de contención que mal disimula cuando me habla, cuando me mira.
Adiós... Adiós...
El leve toque de su mano al despedirme, la promesa de su aliento. Me precede en el pasillo. Paredes forradas de libros, la piel de su casa, como la mía que guarda para él el alfabeto del amor.
La próxima vez quizás, si nos lo permitiéramos, si nos atreviésemos.
10 Comments:
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Salvador Alario Bataller
Lugar:
Avda, Blasco Ibáñez, nº.126, 6º, 28ª
Valencia
46022
Spain
Teléfono:
963724197
E-mail:
alario7@msn.com
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En cuanto a lo otro, siempre hay que arriesgarse,... lo malo es cuando un@ quiere y el/la otr@ no :$
Dark kisses
Un saludo y felicidades por el texto!!!
JrnCalo: un saludo, sí la hinosis es muy interesante, en teoría y práctica.
ihb:claro que no es necesario contar, hay muchas maneras de iducción-profundización.