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SEGUNDA PARTE
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EL CAMINO DE LA OSCURIDAD
CONTINUACION DEL DIARIO DEL
PROFESOR S.H. BROADHURST
13 de Agosto de 1.8...
Esta mañana, durante el desayuno, me di cuenta de que Hellen estaba mortalmente pálida y, recostada en el viejo sillón tapizado de capitoné de terciopelo granate, acabó por vencerla el sueño. Hacia mediodía pareció reanimarse un tanto y, pese a mis protestas, ayudó a la señora Olesowa a poner la mesa.
Por la tarde, la convencí para que diésemos un corto paseo. Es siempre un ejercicio saludable. Además, hacia un día espléndido y, de seguro, el buen tiempo la beneficiaría. En la densa arboleda, había un tranquilidad bostezante y que inspiraba paz. Un sol templado bañaba el páramo, quebrándose en mil reflejos al pasar entre la cortina de abetos. Pero alarmado me apercibí de que Hellen se fatigaba al menor esfuerzo. Estaba exhausta, su respiración era disneica y el sudor perlaba su frente. Respiraba con dificultad y tenía las palmas de las manos mojadas, como sucede a las personas sometidas a una gran tensión. Al examinarla, noté que su pulso era débil y su cara tenía una palidez alarmante. Verdaderamente preocupado la llevé a casa. Con la ayuda de la señora Olesowa la acosté. Al inclinarme sobre ella, observé algo en su cuello que me provocó una desagradable impresión. Sobre la yugular izquierda tenía dos pequeñas incisiones, que inmediatamente atribuí a los desmodinos que, sin lugar a dudas, se habían aprovechado de su sueño. Vi santiguarse a la gobernanta, presa de una turbación inexplicable. Estaba tan alterada que mascullaba con dificultad el mal alemán que sabía, mezclando palabras de su lengua vernácula. Encontraba ridícula aquella situación y le dije que se tranquilizase y que bajara a la cocina para beber una copa de oporto. No obstante, antes de irse me rogó que no abandonase a la señora cuando llegase la noche pues, en caso contrario, ella misma se encargaría de velarla. Al oír estas palabras, pese a considerarlas exageradas y desproporcionadas con la situación, me sentí emocionado y le agradecí sinceramente su preocupación.
Hellen ha sido, desde niña, una criatura feble. Supe, después de nuestra boda, que los miedos infantiles habían perdurado en ella hasta la edad adulta, pero no di importancia a este hecho, que en realidad si que la tiene, pues indica un elevado grado de inestabilidad emocional. Ahora, ante un medio desconocido que provoca genéricamente ansiedad, en ella más que en otra persona, las pesadillas han vuelto a repetirse y dice la gobernanta que la ha oído hablar en sueños. He pensado que la trate un alienista, pero debo buscar el modo de decírselo para causarle el menor daño posible. Tal vez sea preferible esperar un poco.
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EL CAMINO DE LA OSCURIDAD
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PROFESOR S.H. BROADHURST
13 de Agosto de 1.8...
Esta mañana, durante el desayuno, me di cuenta de que Hellen estaba mortalmente pálida y, recostada en el viejo sillón tapizado de capitoné de terciopelo granate, acabó por vencerla el sueño. Hacia mediodía pareció reanimarse un tanto y, pese a mis protestas, ayudó a la señora Olesowa a poner la mesa.
Por la tarde, la convencí para que diésemos un corto paseo. Es siempre un ejercicio saludable. Además, hacia un día espléndido y, de seguro, el buen tiempo la beneficiaría. En la densa arboleda, había un tranquilidad bostezante y que inspiraba paz. Un sol templado bañaba el páramo, quebrándose en mil reflejos al pasar entre la cortina de abetos. Pero alarmado me apercibí de que Hellen se fatigaba al menor esfuerzo. Estaba exhausta, su respiración era disneica y el sudor perlaba su frente. Respiraba con dificultad y tenía las palmas de las manos mojadas, como sucede a las personas sometidas a una gran tensión. Al examinarla, noté que su pulso era débil y su cara tenía una palidez alarmante. Verdaderamente preocupado la llevé a casa. Con la ayuda de la señora Olesowa la acosté. Al inclinarme sobre ella, observé algo en su cuello que me provocó una desagradable impresión. Sobre la yugular izquierda tenía dos pequeñas incisiones, que inmediatamente atribuí a los desmodinos que, sin lugar a dudas, se habían aprovechado de su sueño. Vi santiguarse a la gobernanta, presa de una turbación inexplicable. Estaba tan alterada que mascullaba con dificultad el mal alemán que sabía, mezclando palabras de su lengua vernácula. Encontraba ridícula aquella situación y le dije que se tranquilizase y que bajara a la cocina para beber una copa de oporto. No obstante, antes de irse me rogó que no abandonase a la señora cuando llegase la noche pues, en caso contrario, ella misma se encargaría de velarla. Al oír estas palabras, pese a considerarlas exageradas y desproporcionadas con la situación, me sentí emocionado y le agradecí sinceramente su preocupación.
Hellen ha sido, desde niña, una criatura feble. Supe, después de nuestra boda, que los miedos infantiles habían perdurado en ella hasta la edad adulta, pero no di importancia a este hecho, que en realidad si que la tiene, pues indica un elevado grado de inestabilidad emocional. Ahora, ante un medio desconocido que provoca genéricamente ansiedad, en ella más que en otra persona, las pesadillas han vuelto a repetirse y dice la gobernanta que la ha oído hablar en sueños. He pensado que la trate un alienista, pero debo buscar el modo de decírselo para causarle el menor daño posible. Tal vez sea preferible esperar un poco.
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