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CRÓNICAS DE UN ÉCOUTEUR NOCTÁMBULO
El rey amarillo
Hoy en el pub Strigoi, el aire se puede cortar con un cuchillo. Fuera del acostumbrado ronroneo de los amigos que hablan, parece que revolotea por aquí una nube de moscardones; de vez en cuando alguien levanta el tono, incluso se profieren palabras fuertes y también alguna blasfemia. Es viernes, normalmente estos diálogos escuchados tienen lugar los viernes por la noche, raramente un sábado. No es un lugar, pues, de bar´s flys.
Por lo demás, las mesas parecen haberse juntado, unos charlan de modo cruzado con algún vecino, salvedad hecha por del Grial y Morgano que, se dice, no son de este mundo. Escucho al más cercano, a Martín Sepulcro del Lobo, que está con su hermano Juan, Ricardo Meynard y Patricio del Toro y Godoy. Comenta:
-Ayer, por casualidad me senté, a altas horas de la noche, ante el televisor. Sabéis que detesto la caja tonta, pero alguna vez acontece lo inesperado. En nuestro canal autonómico se hablaba de un tema que llena de desesperación a ésta, anteriormente prometedora y magnífica provincia. Dos empresarios, uno del textil, otro del calzado, debatían ante un representante del empresariado chino. Había otro entre los contertulios, un economista o abogado, no recuerdo o meramente no me enteré y, claro, el presentador.
>>El chinito de marras, ufano, más ancho que alto, aseguraba:
-Lo que pasa actualmente en los negocios de aquí es porque hay globalización. Esto es la globalización.
>>Y se quedó callado, mirando desafiante a los demás, como Pedro por su casa; los otros, conteniendo la bilis, y tratando de aparentar, pues, cortesía, dijeron lo esperable: Que en poco tiempo más arruinarían estas industrias, como antes los malos gobiernos acabaron con los cítricos, la pesca, el arroz y la ganadería; que al entrar en la OTAN, en el Mercado Común, a causa de políticas bastardas y suicidas, que, de paso, les llenaron el saco a los políticos de turno con pingües beneficios, vendieron la huerta y en suma las cuatro cosas que poseía la comunidad; que hace unos años un alcalde de un pueblo dijo que se había dedicado a la política por el poder y se armó una escandalera de mil demonios, cosa que ahora todos ven claramente y nadie dice ni mú; que, antes, al menos, cuando un ministro metía la pata tenía el pudor de dimitir, mientras que ahora todo da lo mismo, porque siguen en el puesto, ignorando el desafuero cometido y negando simplemente, con cara de merluzo, lo que han dicho o hecho; que lo malo es que nadie hace nada, que no hay Dios que les meta en el sitio, ése chalet de altos barrotes sin vistas al mar y mejor si tiene paredes acolchadas, que parece estar solamente reservado para los 4 desgraciados que la genética y sistema se encargaron de malograr; qué esto y lo otro, y así y demás…>>
.A mi comienza a dolerme un poco la cabeza, no por desinterés de lo que se habla sino de real irritación, de impotencia de tener que tragar, como muchos, lo indigerible y no verle la solución y de que, para más INRI, se nos rían en la cara.
>>-¡Lo que pasa es que ustedes no trabajan, no les gusta trabajar! –arremetió Fu-Manchú ante el estupor de a los allí reunidos, sigue Martín-. Trabajan solamente 42 horas semanales y después a holgazanear, no como nosotros que trabajamos 14 horas al día.
>>-Claro, después cuando nos hayáis eliminado a todos del mapa, cuando no tengáis competencia, pondréis el precio que os de la gana. Y tendremos un sector más de la población empobrecido y sin futuro –protestó el empresario del Calzado.
>>-Pero, ¿no se puede hacer nada para parar esto?- inquiere el presentador con aire amedrentado, pero nadie le contesta específicamente, sino que se produce una acalorada discusión donde prolifera la palabra globalización>>.
-Rediez, que el chinolis nos llamó vagos y se quedó tan pancho –añade Patricio, indignado y arrasa el cubata de un trago.
Las criptas más amargas de los recuerdos de mi cerebro tiemblan: me acabo de acordar de la preterida Ley de vagos y maleantes y resuena, como un arpegio funesto, un ruido de sables. ¡Dios no lo quiera!.Me apaga algo la turbación el volver a centrarme en los diálogos, más bien en el soliloquio de Martín:
-Aquí vienen trabajan X años, se van allá con un puñado de dinero, previa nacionalización española, dicen que son extranjeros y además ricos: se montan un negocio y a vivir. Poco a poco aumentará la clase media y cuando esto suceda, aparecerá lo otro.
-¿El qué? –quiere saber Meynart.
-Bueno que no habrá gente para trabajar por cuatro chavos (gente suficiente), los empresarios de aquí, como antes los agricultores, los ganaderos y los pescadores estarán en la miseria y allá tendrán más globalización. Es lo que sucedió con los japoneses hace tiempo, acordaos.
-Claro, hasta que otro país de chanquete nos arremeta aquí con otros productos, surgidos del trabajo esclavo.
-Eso es, buena cabeza.
Lanzarote tiene todos los colores imaginables en su cara furibunda.
-¡Me va a pegar una subida de tensión y acabaré pintando el techo de rojo! –brama.
Nadie le oye o le ignoran completamente. No es un tipo demótico.
-Mejor te callas –le dice del Grial, poco después-. Tú estás hecho de tinta y pergamino.
-¡Aquí nos darán a todos per vas nefandum!.
-Al menos tienes buenos eufemismos.
Morgano repone con fastidio que ya lo dijeron muchos antes que él, incluso autores de la talla de Orwell y Lovecraft, señalando el peligro amarillo.
-Los hombres de un solo propósito son los hombres de un solo libro –dice todo lo fuerte que puede yendo hacia la barra un joven desaliñado que acaba de entrar.
Algunas cabezas se vuelven hacia él, pero después le ignoran por completo. El tipo se queda mascullando no sé qué.
- ¡Manu militari! –exclama Morgano-. ¡Esa es la única solución!.
-Muy en tu estilo –le ningunea del Grial socarronamente.
Me fijo en el joven acodado a la barra: rubio, melena, pantalones vaqueros. Lleva la camisa fuera, una camisa blanca, impoluta; se vuelve y me mira: no tiene nada especial, pero me recuerda a alguien.
Entonces, con toda la fuerza de sus pulmones grita que es Jesucristo y levantando un dedo admonitorio hacia la pasmada concurrencia, declama con voz rotunda:
-¡Solamente condené dos cosas: a los fariseos y a los ricos, quienes tienen que despojarse de sus riquezas para Entrar en el Reino de los Cielos!.
Miro con disimulo a Lanzarote Morgano y tiene los ojos de un basilisco.
-Y a éste, ¿me lo cargo? –profiere, haciendo un amago de levantarse.
Arturo del Grial le retiene y de un tirón de la manga hace que vuelva a sentarse. Después repone, conciliador:
-No hombre, no. Lo que ha dicho es verdad.
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Salvador Alario Bataller
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Creo que a muchos no nos gusta la globalización.
Y no lo digo de maner conceptual, si no al manejo que se le dá.
Saludos.