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SHAITAN, ESE VIEJO Y SINIESTRO COMPAÑERO (2)
Al poco, resonó en el silencio el rumor de un carricoche sobre el pavimento, que se acercaba. Delius y sus amigos se ocultaron en el hueco de la cerrada puerta de la casa frente a la cual estaban parados y desde donde podían ver sin ser vistos. El caballero emergió de nuevo de su escondite y volvió la cabeza hacia el fondo de la calle, por donde se oía el ruido del coche. El carruaje iba tirado por cuatro caballos y tal era su velocidad que, en breve tiempo, llegó a su altura. Delius, Lödenbruk y Galtrupp advirtieron entonces que el vehículo y los caballos eran negros y el cochero y los lacayos vestían ricas libreas de terciopelo negro. Uno de los criados abrió la portezuela del vehículo y el hombre entró en él. Se asomó a la ventanilla y le dijo al postillón unas palabras en dialecto. En esta ocasión, su rostro pudo ser visto con mayor claridad a la luz mortecina de las linternas del carruaje. El hombre tenía un rostro muy pálido y de facciones, hasta cierto punto, delicadas, al contrario que los lacayos, de tez morena y rasgos vulgares, pero había en sus ojos tal expresión de ardiente y viciada ferocidad que difícilmente podría ser igualada por el más elemental y depravado de los hombres. Los caballos, al momento, comenzaron a galopar velozmente y el coche desapareció al doblar la esquina de la calle, en dirección sur.
-He aquí a nuestro enemigo-prorrumpió Delius saliendo del escondite-. ¿No habéis visto, acaso, el escudo condal?. ¿No coincidían sus rasgos con la descripción que dio Balcestru del misterioso caballero que mantuvo una entrevista con el jefe de la partida de bandoleros?. Sí, ese es el ser al que debemos dar fin. Esa criatura demoníaca, si es que no hay más, es el responsable de la devastación que se ha adueñado de la ciudadela, antes hermosa y rebosante de vida. En vano intentaríamos seguirle, porque ya debe estar lejos de aquí. Lo único que podemos hacer es irnos al hotel y esperar a que llegue el momento oportuno para poner en marcha el plan que todos conocen. Espero que podamos comenzar pronto nuestro trabajo.
Caminaron en silencio hacia la salida de la ciudadela, donde se alzaba el hotel. A lo lejos se veía el enorme edificio que llamaban Ritter-Heiden, fundiéndose con la negrura de la noche. Tenía aspecto de vejez y melancólica majestuosidad. No se veía ninguna luz en las ventanas. Era la mansión de las sombras.
***
1 Comment:
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- stultorum said...
12:09 p. m.No cabe duda que el leer alimenta la imaginación. "Imaginé todo el cuadro de acción desarrollada; oscuridad tétrica y desolada, frio y niebla, al conde y haz de maldad y los héroes agazapados"
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