EL DÍA ÚLTIMO (2)
No echaron a correr los Escépticos cuando vieron la esfinge de sus vidas y, aunque los peligros que nacen del pánico pueden carecer de límites, nuestros simples mortales estaban dispuestos a enfrentarse a quien era capaz de aniquilarles con una simple mirada. Tenían fe en que los poderes divinos iban a detener las asechanzas de entidades más allá de la luz y del entendimiento. Dentro del círculo mágico, se sacaban fuerzas de la flaqueza, energías suficientes para sostener el asedio del dueño y señor de un gran feudo, para quien el tiempo no tenía otro sentido que el sufrimiento. Pero, ¿quién era aquél que ahora retrocedía totalmente impotente hasta acabar desapareciendo ante la mirada atónita de nuestros aventureros?. ¿Era el espectro de nuestra propia cobardía y acciones aviesas?. ¿Era el fantasma burlón de las decepciones y deficiencias humanas?. ¿Era el sumo representante y artífice del lado oscuro del alma ?. ¿Se trataba del dragón que moraba en el lado oculto de la luna ?. ¿Estaban ante la faz misma del pecado ?. ¡Interminable sería enumerar todas las cosas que cada uno de los Escépticos pensó en aquél instante!. Dyphilus había llegado con ojos de fiera, pero se había retirado impotente sin poder dar justa satisfacción a su odio. Dicha retirada infundió nueva confianza a nuestros amigos, aunque eran conscientes que la noche no había acabado y que su rey aparecería de nuevo para recuperar su reino.
Así fue como una vez Diphyllus hubo desaparecido, a Delius y sus acompañantes se les quitó el miedo como por ensalmo. Cruz en mano, se acercaron a la ventana para ver si le divisaban en algún lugar del castillo. Y... ¡vive el cielo que le vieron, parado en medio del patio, blandiéndoles el puño en señal de amenaza!.
-Con todo, nos guardaremos mucho de salir afuera -dijo Delius-. Ese demonio no perderá oportunidad de retorcernos el pescuezo antes de que amanezca, porque sabe que a la luz del día la victoria será nuestra. Rápido, debemos volver al círculo y organizar la defensa enseguida.
Segundos después se encontraban los cinco dentro del círculo sagrado. Cada uno de ellos llevaba un crucifijo en la mano, para que ninguna presencia malvada pudiera tocarles.
-Me temo que algo terrible se avecina -murmuró el conde saliendo por segunda vez del círculo protector y yendo junto a la ventana-. Solamente si soportamos el espanto por esta noche, como he dicho, mañana tendremos el vampiro a nuestra disposición. ¿Adónde puede ir?. No tiene más refugio que este, por lo que tratará de recuperarlo a toda costa. Por muy bien oculta que esté su tumba, acabaremos encontrándola. Ahora debemos ser fuertes. Los símbolos sagrados nos protegerán y... ¡Un momento, algo está sucediendo afuera!.
Algunos relámpagos inflamaron el cielo e iluminaron siniestramente las lápidas y monumentos del cementerio que contenía los despojos de quienes, en otro tiempo, habitaron la fortaleza y domeñaron la región. ¡El conde estaba parado en medio del campo santo!. Permaneció inmóvil durante un breve tiempo y después, con un gesto majestuoso, levantó los brazos. Las losas de los sepulcros se habían movido con un crujido ahogado y lento, como un largo lamento espeluznante. De las tumbas surgió una legión horrorosa de momias descarnadas que el hielo había conservado trágicamente a través de los siglos. Oscuras siluetas, miserables despojos, comenzaron a arrastrarse grotescamente, con pasos lentos y torpes, hundidas en la nieve hasta las rodillas.
Delius cerró los ojos aterrorizado. Tenía los nervios destrozados, aunque intentó tranquilizarse y aparentar entereza. Cuando volvió al lado de sus amigos, se sintió confortado dentro del círculo sagrado. Ellos no se atreverían a entrar allí. Tomó ánimo y fué nuevamente a la ventana. Cuando miró, vio que ya ocupaban el patio. No tardarían mucho en llegar junto a la puerta. Se oyó el crujir de los herrajes al ser empujada desde fuera. A la cabeza de todos iba Diphyllus más pálido que nunca, animado el rostro por una sonrisa salvaje. Los aullidos de los lobos eran traídos y llevados por las ráfagas del viento y en una aldea distante, una campana doblaba con lúgubres arpegios.
-¡Dios nos proteja! -murmuró Delius dentro del círculo, y se santiguó, gesto que imitaron sus compañeros.
Después, sólo hubo silencio y sombras. Apenas nada se distinguía en las tinieblas severas del gran salón. Era un submundo de la medianoche, pletórico de rumores extraños y formas confusas con un murmullo indefinible y grotesco de aullidos de lobos, ecos de pasos, efluvios extraños anunciadores de la presencia de algo que no se veía, pero que se aproximaba, no obstante, en la oscuridad. Todos, inmóviles, paralizados por el miedo, escuchaban la letanía ominosa de la medianoche y oían, sobre el rumor de mil ruidos diversos, cánticos, fúnebres cadencias en las sombras impenetrables. Con los ojos cerrados, Delius veía todavía formas macabras, como bultos que se movían vagamente. Cuando abrió los ojos, ellos ya estaban parados al borde del círculo. Y el conde, ¿dónde estaba?: Allí... emergiendo de la oscuridad, una monstruosa sombra de espanto con ojos penetrantes como tizones.
2 Comments:
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Saludo, espero que hayas tenido una excelente navidad.
Dark kisses