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MUERTE VERDADERA Y PURIFICACION
A las doce del mediodía, el trabajo estaba terminado. Solamente dos de los muertos desenterrados en el cementerio de Koztul presentaban rasgos evidentes de vampirismo, por lo que fueron atravesados con una estaca y después decapitados. Además, se introdujo en cada sepultura un pedazo de la Sagrada Forma, a fin de que, en caso de transformación, el nosferatu no pudiese salir de su tumba. Más, no se encontró rastro del profesor ni de su ayudante, como tampoco fue hallado el sarcófago de su iniciador.
-Circunstancias mayores imponen que actuemos raudo -dijo Delius cuando volvieron al hotel-. Es la una de la tarde. Comeremos algo ligero y partiremos de inmediato hacia Ossdara y Vye, que son los dos pueblos más cercanos. De no haberse marchado, nuestros enemigos deben haber buscado refugio en uno o en otro. Cabe también la posibilidad de que residan en una casa particular, tanto aquí como en cualquier otro sitio, pero todos sabemos que el upiro prefiere descansar en tierra santificada. ¿No será acaso más probable encontrarlos en campo santo?. Pues bien, hágase lo dicho y que Dios nos ayude.
A las tres de la tarde entraron en el cementerio de Vye. Nada dijeron ni el comisario, ni el alcalde, ni el párroco sobre las profanaciones de sepulcros y la exhumación de cadáveres. Habían crecido educados en la tradición y, además, una orden gubernamental no admitía apelación.
En el cementerio, junto a la rectoría de Vye, se había dispuesto una gran pira, donde debían ser arrojados los restos de quienes habían hecho de la aldea y sus cercanías un lugar de espanto.
Antes de proceder con la exhumación de los cadáveres, el doctor Radu, párroco de la diócesis, bendijo el campo santo y rezó por las almas de los muertos. Seguidamente, el Hadnagi hizo desenterrar varios cadáveres y ninguno de aquellos restos, después de ser cuidadosamente inspeccionados por nuestros expertos, fue considerado un vampiro. Por fin, en uno de los féretros se halló, entre los restos desahuciados de un difunto, a un hombre por su apariencia joven. Aquello resultaba de lo más sospechoso ya de por sí, puesto que no se había registrado ningún entierro de tal talante en las actas de defunción. El cadáver estaba bien conservado y los rasgos de su cara, perfectamente reconocibles, eran los de quien había consagrado todo su celo a un gran maestro. Todos pudieron acercarse y contemplarlo. Gërd iba vestido como en vida, aunque sus ropas estaban deterioradas y sucias. Su castaña cabellera, casi rubia, le caía, como una cascada esplendente, sobre el cuello y la espalda y mostraba por primera vez a los ojos de los sabios la verdad del ser real que se encontraba detrás de la crisálida de la apariencia. Sus rasgos, evidentemente los de una hermosa muchacha, estaban ahora blancos, como la cal. El cuerpo estaba incorrupto, semihundido en un lecho negro y hediondo de putrefacción líquida. Nada en él se movía, ni el más leve parpadeo en sus ojos, ni el menor temblor en los labios.
El párroco entonaba un grave cántico religioso. Todo en la rectoría ofrecía la imagen de la muerte: Las sepulturas abiertas con las losas apoyadas sobre el muro, descerrajados los ataúdes de quienes, por mediación del Diablo, habían sido expulsados del lado de Dios. Aquello predisponía a nuestros héroes, como espíritus elevados, a la meditación, pero la parte elemental del hombre, de la que cada uno sufrimos en algún grado, les inclinaba al terror. La vieja mole de la rectoría, con su gran campanario y sus sólidos muros, era un marco poco tranquilizador para aquella empresa sacrílega. Terminada ésta, se devolvieron a sus féretros a los no sospechosos de vampirismo, tomando antes las precauciones ordenadas por la tradición. Solamente Gërd/Virkano y una anciana iban a ser purificados mediante la prueba de la estaca y una vez esta penosa labor hubiere concluido, sus almas podrían ir a descansar en paz junto al Padre Eterno. Más, los Escépticos no estaban tranquilos, pues la presencia del discípulo indicaba que el maestro no andaba lejos, aunque ahora hubiese cambiado para mal la naturaleza del magisterio.
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A las doce del mediodía, el trabajo estaba terminado. Solamente dos de los muertos desenterrados en el cementerio de Koztul presentaban rasgos evidentes de vampirismo, por lo que fueron atravesados con una estaca y después decapitados. Además, se introdujo en cada sepultura un pedazo de la Sagrada Forma, a fin de que, en caso de transformación, el nosferatu no pudiese salir de su tumba. Más, no se encontró rastro del profesor ni de su ayudante, como tampoco fue hallado el sarcófago de su iniciador.
-Circunstancias mayores imponen que actuemos raudo -dijo Delius cuando volvieron al hotel-. Es la una de la tarde. Comeremos algo ligero y partiremos de inmediato hacia Ossdara y Vye, que son los dos pueblos más cercanos. De no haberse marchado, nuestros enemigos deben haber buscado refugio en uno o en otro. Cabe también la posibilidad de que residan en una casa particular, tanto aquí como en cualquier otro sitio, pero todos sabemos que el upiro prefiere descansar en tierra santificada. ¿No será acaso más probable encontrarlos en campo santo?. Pues bien, hágase lo dicho y que Dios nos ayude.
A las tres de la tarde entraron en el cementerio de Vye. Nada dijeron ni el comisario, ni el alcalde, ni el párroco sobre las profanaciones de sepulcros y la exhumación de cadáveres. Habían crecido educados en la tradición y, además, una orden gubernamental no admitía apelación.
En el cementerio, junto a la rectoría de Vye, se había dispuesto una gran pira, donde debían ser arrojados los restos de quienes habían hecho de la aldea y sus cercanías un lugar de espanto.
Antes de proceder con la exhumación de los cadáveres, el doctor Radu, párroco de la diócesis, bendijo el campo santo y rezó por las almas de los muertos. Seguidamente, el Hadnagi hizo desenterrar varios cadáveres y ninguno de aquellos restos, después de ser cuidadosamente inspeccionados por nuestros expertos, fue considerado un vampiro. Por fin, en uno de los féretros se halló, entre los restos desahuciados de un difunto, a un hombre por su apariencia joven. Aquello resultaba de lo más sospechoso ya de por sí, puesto que no se había registrado ningún entierro de tal talante en las actas de defunción. El cadáver estaba bien conservado y los rasgos de su cara, perfectamente reconocibles, eran los de quien había consagrado todo su celo a un gran maestro. Todos pudieron acercarse y contemplarlo. Gërd iba vestido como en vida, aunque sus ropas estaban deterioradas y sucias. Su castaña cabellera, casi rubia, le caía, como una cascada esplendente, sobre el cuello y la espalda y mostraba por primera vez a los ojos de los sabios la verdad del ser real que se encontraba detrás de la crisálida de la apariencia. Sus rasgos, evidentemente los de una hermosa muchacha, estaban ahora blancos, como la cal. El cuerpo estaba incorrupto, semihundido en un lecho negro y hediondo de putrefacción líquida. Nada en él se movía, ni el más leve parpadeo en sus ojos, ni el menor temblor en los labios.
El párroco entonaba un grave cántico religioso. Todo en la rectoría ofrecía la imagen de la muerte: Las sepulturas abiertas con las losas apoyadas sobre el muro, descerrajados los ataúdes de quienes, por mediación del Diablo, habían sido expulsados del lado de Dios. Aquello predisponía a nuestros héroes, como espíritus elevados, a la meditación, pero la parte elemental del hombre, de la que cada uno sufrimos en algún grado, les inclinaba al terror. La vieja mole de la rectoría, con su gran campanario y sus sólidos muros, era un marco poco tranquilizador para aquella empresa sacrílega. Terminada ésta, se devolvieron a sus féretros a los no sospechosos de vampirismo, tomando antes las precauciones ordenadas por la tradición. Solamente Gërd/Virkano y una anciana iban a ser purificados mediante la prueba de la estaca y una vez esta penosa labor hubiere concluido, sus almas podrían ir a descansar en paz junto al Padre Eterno. Más, los Escépticos no estaban tranquilos, pues la presencia del discípulo indicaba que el maestro no andaba lejos, aunque ahora hubiese cambiado para mal la naturaleza del magisterio.
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8 Comments:
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Salvador Alario Bataller
Lugar:
Avda, Blasco Ibáñez, nº.126, 6º, 28ª
Valencia
46022
Spain
Teléfono:
963724197
E-mail:
alario7@msn.com
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¿No se si te he dicho que voy a ser piloto de carreras de la DGT?
Saludos navideños, que pases unas magnificas fiestas!!!!
Brinda por mi yo lo haré por ti, aunque suene un poco snob, no tiene nada de eso!!!!
Ha llegado el momento.
Paz
Feliz navidad
Escaofrios literarios... o porque no eres productor y director de Cine.. estaria de poca madre...
Besos