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PRIMERA PARTE
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EL CAMINO DE LA LUZ
DIARIO DEL PROFESOR S.H. BROADHURST
NATURALISTA
13 de Junio de 18...
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EL CAMINO DE LA LUZ
DIARIO DEL PROFESOR S.H. BROADHURST
NATURALISTA
13 de Junio de 18...
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Siempre admiré al profesor Woodger, sir Archibald, presidente de The British Association for the Development of Sciencies y de The Royal Society, un anciano venerable de pelo blanco y alarmantemente enjuto. Era una de personalidades científicas más capaces del Imperio Británico y con gran renombre en el extranjero. Habitaba en las atmósferas enrarecidas de sus alturas intelectuales y todas las mañanas, a las siete en punto, se le veía pasar con solitaria majestad, en dirección a su Laboratorio de Citología, con los ojos perdidos en el infinito y la mente flotando sobre mares de bacterias y paramecios. Se tenía la impresión, viéndole, de estar ante el más perfecto de los hombres. Por lo demás, era perfectamente educado, flemático y de modales exquisitos, como corresponde a un auténtico caballero inglés.
Releí aquella carta y debo confesar que me embargaba, a una, un sentimiento de inquietud y satisfacción. Héla aquí, tal como la recibí aquella mañana:
Berkeley Square, W.
Estimado profesor Broadhurst:
Es para usted sobradamente conocido mi pro-
fundo interés por su obra en el campo de la Zoo-
logía Aplicada y aprovecho la ocasión para con-
fesarle mi reconocimiento y admiración.
Pero no es este el motivo que me ha movido a
escribirle. Acabo de recibir una carta de un no-
table colega, cuya identidad sabrá en el momento
oportuno. Su contenido le interesará de seguro.
Sin embargo, pese a su exposición lúcida y admi-
rable, no parece ser la última palabra en la ma-
teria. Le agradecería que tuviéramos una entre-
vista pues, aunque mi opinión sobre el tema no
es definitiva, lo estimo un asunto de gran in-
terés científico. Le espero esta tarde, a las
cuatro, en The Naturalists´Club.
Atentamente.
PROFESOR ARCHIBALD GEORGE WOODGER, Baronet.
Miré el reloj y faltaban veinte minutos para la hora indicada, de modo que guardé la carta en el escritorio y atravesé la calle en dirección a The Naturalists' Club. No podía dejar de pensar en el aire confidencial -incluso enigmático- de la nota de sir Archibald, pero solamente un asunto de la máxima importancia podía haberle arrancado de su santuario para entrevistarse conmigo.
Entré en el club. Eran las cuatro en punto y, pese a hora tan temprana, el Hall estaba abarrotado de gente. Distinguí una figura escuálida en un butacón al lado de la chimenea, leyendo un periódico y literalmente envuelta en el humo de su pipa. Cuando me vio, me indicó con un gesto que tomase asiento y, apenas lo hube hecho, entró en materia.
-Todo lo que le diga debe quedar entre nosotros -dijo sir Archibald casi en un susurro, con su acento irlandés-. Se trata de un asunto importantísimo para el cual requiero su colaboración y su ciencia.
Carraspeó, su pipa de brezo echó unas azuladas fumaradas mientras sus ojos inquisitivos escrutaban en derredor para asegurarse de que nadie podía escucharle e inmediatamente añadió:
-Sin duda, el nombre de Ira Zojuss no es desconocido en nuestra profesión. Según noticias calientes, hace cinco años emprendió en secreto una expedición a Europa del Este. Lo inquietante es que cuando regresó no quiso decir el lugar exacto donde había estado ni el motivo auténtico de su viaje. Es lógico que no quisiera compartir la gloria -suspiró-. Al menos esta es la opinión de muchos colegas. No obstante, atosigada por presiones de toda índole, no tuvo otro remedio que abrir la boca. Contó sus experiencias de una manera vaga, por lo cual muchos científicos pensaron que había ocurrido algo extraordinario. Otros, los más escépticos, dijeron de ella lo peor, que había falseado los informes y que tenía demasiada imaginación. Como la ínclita doctora no tenía la menor prueba con la que apoyar sus afirmaciones, pronto cayó en descrédito y todo el asunto quedó olvidado.
El profesor volvió a lanzar una mirada vigilante en derredor y tampoco en esta ocasión vio la proximidad de algún elemento importuno.
-En resumidas cuentas -agregó-, la doctora Zojuss manifestó haber descubierto una variedad totalmente desconocida de quiróptero, un animal de grandes proporciones y cuya morfología, según su testimonio, no encajaba en las especies conocidas. Este es, en suma, nuestro asunto profesor Broadhurst.
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