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CAPITULO VII
4
Ella estaba concentrada, con la mirada fija en la joven que encendía ahora, con aire de tedio, un cigarrillo rubio. El lo notó enseguida, cuando la suave brisa trajo hasta sus receptores el aroma dulzón de la hebra recién quemada, y recordó cuando fumaba Ducados en grandes cantidades. No lo había hecho desde entonces pero no había ninguna ley física ni moral que prohibiese o contraindicase el disfrute de los placeres tenidos en vida... Volvió rápidamente a la realidad y vio que Nit comenzaba a descender como una salamanquesa por el muro. Estaba a apenas dos metros sobre la cabeza de la prostituta, pero no se la podía distinguir desde ningún sitio, oculta en la sombra como estaba.
“Ahora”, pensó Salvator tensando por la expectación cada fibra de sus poderosos músculos y un escalofrío de excitación y de placer le recorrió por el espinazo cuando vio que Barbara caía sobre la joven con la velocidad de un flecha, como la agarraba por el cuello y la arrastraba consigo, sobre el muro, como la araña que depreda la incauta mosca. Lo había hecho perfectamente bien : había tapado la boca de la desgraciada con su fuerte mano y había mordido rápido. Era la imagen viva de los tiempos antiguos, del lobo destrozando al feble cordero, con aquella boca ensangrentada, que apenas podía absorber todo aquel río de sangre que le empapaba las ropas y hasta el negro cabello.
“Despacio, despacio... El bocado ha sido demasiado grande. La próxima vez has de hincar el diente con menos vehemencia”, le habló Sanscoeur.
Cuando hubo terminado, la deposito en el alfeizar de una ventana y allí le introdujo los índices por las globos oculares y cogiendo la ensangrentada cabeza de la muerta sorbió por las vacías cuencas el destrozado cerebro, que pasó a su estómago como gelatina pura y deliciosamente caliente. Había aprendido bien la lección, no había que proliferar en demasía. Entonces ella se detuvo, dejando caer a un lado la destrozada cabeza rubia, porque él le había mandado una señal de alerta.
Sanscoeur se había retirado a un rincón en las sombras. Había advertido que alguien se acercaba. El hombre, habiendo cambiado de idea, regresaba a cerrar el trato, con la intención de terminar placenteramente aquella noche de juerga, ignorante en realidad del fin que le aguardaba.
El hombre se quedó perplejo en la esquina, frustrado al no encontrar allí a la chica y lanzó una maldición antes de que sus ojos se fijaran en aquella mancha oscura del rincón, que parecía chapotear tenuemente, creciendo por las oscuras y pequeñas gotas que caían desde lo alto. Vaciló un instante y levantó la cabeza pero apenas para darse cuenta de la sombra que caía sobre él y le aplastaba sobre el suelo. Sanscoeur vio que el hombre estaba sin sentido y que ella había apresado su cabeza con ambas manos y que tiraba de ella y la arrancaba del cuello de cuajo, con un crujido sordo y húmedo. La sangre salió a chorros desde el tronco decapitado y ella pego su boca ampliamente abierta al muñón sanguinolento y bebió de él con frenesí descontrolado hasta que su cuerpo pareció hincharse por la gran cantidad de líquido ingerido.
“ ¡Glotona !”, sonrió el vampiro desde lo alto mientras contemplaba en silencio como ella comía el cerebro y se llevaba el cuerpo del hombre hacia arriba, en dirección al amplio alfeizar donde estaban los restos de la prostituta. Después enterrarían los cadáveres en el suelo de alguna obra en construcción, muy hondo, donde nadie los encontraría, cuando toneladas de cemento cayeran sobre ellos.
Cuando llegó a su altura Nit se quedó mirándole y él apreció los efectos de la sangre en su interior. Había limpiado su rostro y su cabello ensangrentado y, aunque lívida, su piel tenía un leve tono rosáceo y sus ojos, sobre todo, sus ojos eran completamente rojos, de un rojo absoluto e iridiscente. Pasó la mano sobre sus cabellos y la besó en los labios. Ella pegó su cuerpo al suyo y prolongó el beso. Había en su boca un delicioso saber acre, a cobre y a fuego.
-Por hoy ya es suficiente -dijo el vampiro y ella asintió.
Estaba ahíta y deseaba regresar al apartamento y yacer en sus brazos en el gran sarcófago que él había instalado en lo que antes era la habitación matrimonial. Había reforzado las puertas y puesto verjas en las ventanas. Era un lugar seguro, casi inexpugnable. Cuando ascendieron hasta el sexto piso, el reflejo del cielo que se encendía con el nuevo día les acompañó hasta que abrieron la ventana y entraron. La sangre bullía en su interior, dándoles una reconfortante sensación de calor y también de plenitud.
-Hoy has aprendido a cazar ; ya dominas, pues, la actividad -le había dicho Sanscecor desplazando la losa que cubría el sepulcro-. Ahora falta conocer la filosofía, ahondar en el espíritu del Cazador Nocturno, saber todo acerca de la Magia Roja, la Filosofía Natural de la Sangre Eterna. Solamente el conocimiento puede garantizar la eternidad, a fin de que no sea el instinto la única guía de nuestros pasos. Eso te lo iré enseñando poco a poco, mi dulce princesa, para que cruces conmigo el camino del tiempo con las menores dificultades posibles, para que los días fluyan como el curso suave de un río y no encuentren obstáculo.
Apenas se introdujeron en la tumba, les invadió una oleada de aturdimiento gozoso y fueron cayendo en un sueño pesado, letárgico, en el cual descansaron profundamente, fuera del mundo de los vivos, olvidando la vida que bullía en derredor, hasta el crepúsculo siguiente.
AQUÍ TERMINA LA TERCERA PARTE, INACABADA COMO DIJE EN EL PRIMER POST CONCERNIENTE, DE HISTORIAS DE VAMPIROS, QUE COMENZÓ CON LAS AVENTURAS CARPATIANAS DEL PROFESOR EXHORBITUS… TAL VEZ ALGÚN DÍA LA ACABE, SI SE DAN LAS CONDICIONES NECESARIAS.
EN DIAS SUCESIVOS, COMENZARÉ CON OTRA OBRA DE VAMPIROS, INDEPENDIENTE DE LA TRILOGIA PRESENTABA –EYALICK: EL MURCIÉLAGO MOSNTRUOSO- QUE SI TERMINÉ Y QUE ESCRIBÍ, HACE TIEMPO, CUANDO TENÍA 20 O 21 AÑOS.
Ella estaba concentrada, con la mirada fija en la joven que encendía ahora, con aire de tedio, un cigarrillo rubio. El lo notó enseguida, cuando la suave brisa trajo hasta sus receptores el aroma dulzón de la hebra recién quemada, y recordó cuando fumaba Ducados en grandes cantidades. No lo había hecho desde entonces pero no había ninguna ley física ni moral que prohibiese o contraindicase el disfrute de los placeres tenidos en vida... Volvió rápidamente a la realidad y vio que Nit comenzaba a descender como una salamanquesa por el muro. Estaba a apenas dos metros sobre la cabeza de la prostituta, pero no se la podía distinguir desde ningún sitio, oculta en la sombra como estaba.
“Ahora”, pensó Salvator tensando por la expectación cada fibra de sus poderosos músculos y un escalofrío de excitación y de placer le recorrió por el espinazo cuando vio que Barbara caía sobre la joven con la velocidad de un flecha, como la agarraba por el cuello y la arrastraba consigo, sobre el muro, como la araña que depreda la incauta mosca. Lo había hecho perfectamente bien : había tapado la boca de la desgraciada con su fuerte mano y había mordido rápido. Era la imagen viva de los tiempos antiguos, del lobo destrozando al feble cordero, con aquella boca ensangrentada, que apenas podía absorber todo aquel río de sangre que le empapaba las ropas y hasta el negro cabello.
“Despacio, despacio... El bocado ha sido demasiado grande. La próxima vez has de hincar el diente con menos vehemencia”, le habló Sanscoeur.
Cuando hubo terminado, la deposito en el alfeizar de una ventana y allí le introdujo los índices por las globos oculares y cogiendo la ensangrentada cabeza de la muerta sorbió por las vacías cuencas el destrozado cerebro, que pasó a su estómago como gelatina pura y deliciosamente caliente. Había aprendido bien la lección, no había que proliferar en demasía. Entonces ella se detuvo, dejando caer a un lado la destrozada cabeza rubia, porque él le había mandado una señal de alerta.
Sanscoeur se había retirado a un rincón en las sombras. Había advertido que alguien se acercaba. El hombre, habiendo cambiado de idea, regresaba a cerrar el trato, con la intención de terminar placenteramente aquella noche de juerga, ignorante en realidad del fin que le aguardaba.
El hombre se quedó perplejo en la esquina, frustrado al no encontrar allí a la chica y lanzó una maldición antes de que sus ojos se fijaran en aquella mancha oscura del rincón, que parecía chapotear tenuemente, creciendo por las oscuras y pequeñas gotas que caían desde lo alto. Vaciló un instante y levantó la cabeza pero apenas para darse cuenta de la sombra que caía sobre él y le aplastaba sobre el suelo. Sanscoeur vio que el hombre estaba sin sentido y que ella había apresado su cabeza con ambas manos y que tiraba de ella y la arrancaba del cuello de cuajo, con un crujido sordo y húmedo. La sangre salió a chorros desde el tronco decapitado y ella pego su boca ampliamente abierta al muñón sanguinolento y bebió de él con frenesí descontrolado hasta que su cuerpo pareció hincharse por la gran cantidad de líquido ingerido.
“ ¡Glotona !”, sonrió el vampiro desde lo alto mientras contemplaba en silencio como ella comía el cerebro y se llevaba el cuerpo del hombre hacia arriba, en dirección al amplio alfeizar donde estaban los restos de la prostituta. Después enterrarían los cadáveres en el suelo de alguna obra en construcción, muy hondo, donde nadie los encontraría, cuando toneladas de cemento cayeran sobre ellos.
Cuando llegó a su altura Nit se quedó mirándole y él apreció los efectos de la sangre en su interior. Había limpiado su rostro y su cabello ensangrentado y, aunque lívida, su piel tenía un leve tono rosáceo y sus ojos, sobre todo, sus ojos eran completamente rojos, de un rojo absoluto e iridiscente. Pasó la mano sobre sus cabellos y la besó en los labios. Ella pegó su cuerpo al suyo y prolongó el beso. Había en su boca un delicioso saber acre, a cobre y a fuego.
-Por hoy ya es suficiente -dijo el vampiro y ella asintió.
Estaba ahíta y deseaba regresar al apartamento y yacer en sus brazos en el gran sarcófago que él había instalado en lo que antes era la habitación matrimonial. Había reforzado las puertas y puesto verjas en las ventanas. Era un lugar seguro, casi inexpugnable. Cuando ascendieron hasta el sexto piso, el reflejo del cielo que se encendía con el nuevo día les acompañó hasta que abrieron la ventana y entraron. La sangre bullía en su interior, dándoles una reconfortante sensación de calor y también de plenitud.
-Hoy has aprendido a cazar ; ya dominas, pues, la actividad -le había dicho Sanscecor desplazando la losa que cubría el sepulcro-. Ahora falta conocer la filosofía, ahondar en el espíritu del Cazador Nocturno, saber todo acerca de la Magia Roja, la Filosofía Natural de la Sangre Eterna. Solamente el conocimiento puede garantizar la eternidad, a fin de que no sea el instinto la única guía de nuestros pasos. Eso te lo iré enseñando poco a poco, mi dulce princesa, para que cruces conmigo el camino del tiempo con las menores dificultades posibles, para que los días fluyan como el curso suave de un río y no encuentren obstáculo.
Apenas se introdujeron en la tumba, les invadió una oleada de aturdimiento gozoso y fueron cayendo en un sueño pesado, letárgico, en el cual descansaron profundamente, fuera del mundo de los vivos, olvidando la vida que bullía en derredor, hasta el crepúsculo siguiente.
AQUÍ TERMINA LA TERCERA PARTE, INACABADA COMO DIJE EN EL PRIMER POST CONCERNIENTE, DE HISTORIAS DE VAMPIROS, QUE COMENZÓ CON LAS AVENTURAS CARPATIANAS DEL PROFESOR EXHORBITUS… TAL VEZ ALGÚN DÍA LA ACABE, SI SE DAN LAS CONDICIONES NECESARIAS.
EN DIAS SUCESIVOS, COMENZARÉ CON OTRA OBRA DE VAMPIROS, INDEPENDIENTE DE LA TRILOGIA PRESENTABA –EYALICK: EL MURCIÉLAGO MOSNTRUOSO- QUE SI TERMINÉ Y QUE ESCRIBÍ, HACE TIEMPO, CUANDO TENÍA 20 O 21 AÑOS.
1 Comment:
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- stultorum said...
9:20 a. m.Esperamos lo que venga.
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